Carta de la madre de Osmán Mijares
Queridos (as) y apreciados (as) damas y caballeros de Aragua:

Osmán
es nombre de origen Árabe aunque él se precie de ser “un hombre de Turmero,
nacido y criado en ese pueblo de Dios”. Claro!, los hijos no conocen tan bien
su historia como su madre quien resulta la protagonista del pasado. Por eso, su
padre biológico fue de tan fuerte carácter
para darle herencia en la resistencia de la vida. Así lo escogí yo.
Osmán, significa “dócil como pichón”, pero este hombre acantonado en la margen
de La Camilo Torres heredó varias cosas mías: es minucioso en sus actos,
trabajador, le encanta ayudar al prójimo y aportar ideas pues, es profundamente
creativo, tanto como enamorado. Esto último, lo reconozco sin vergüenza fémina,
es enteramente mío.
Osmán
es un hombre enamorado, enamoradizo y enamoradísimo de
todo cuanto le rodea bueno y malo. Él, ama la vida y esto, sin duda alguna, lo heredó de mí y se lo trasladó a sus cinco hijos, seis nietos y de alguna manera lo ha patentado a través de sus grandes encuentros amorosos con sus acompañantes femeninas, familia, amigos, clientes y coterráneos del Estado Aragua y de Venezuela. ¿Quién no conoce a Osmán Mijares aquí en el pueblo de Turmero? Se pregunta sonreído en su casa, hecha establecimiento, donde cada mañana regala su sonrisa y buen humor, acompañada de una suculenta empanada, cafecito dulce, la prensa diaria y una buena conversación; y que conste, esta última es gratis y eso de las relaciones humanas lo heredó de mí, pues yo soy una gran humanista, ¿quizás? la última humanista de la tierra pues en mí, se encripta todo principio y todo final del planeta tierra.
todo cuanto le rodea bueno y malo. Él, ama la vida y esto, sin duda alguna, lo heredó de mí y se lo trasladó a sus cinco hijos, seis nietos y de alguna manera lo ha patentado a través de sus grandes encuentros amorosos con sus acompañantes femeninas, familia, amigos, clientes y coterráneos del Estado Aragua y de Venezuela. ¿Quién no conoce a Osmán Mijares aquí en el pueblo de Turmero? Se pregunta sonreído en su casa, hecha establecimiento, donde cada mañana regala su sonrisa y buen humor, acompañada de una suculenta empanada, cafecito dulce, la prensa diaria y una buena conversación; y que conste, esta última es gratis y eso de las relaciones humanas lo heredó de mí, pues yo soy una gran humanista, ¿quizás? la última humanista de la tierra pues en mí, se encripta todo principio y todo final del planeta tierra.
Mi
hijo Osmán es un pensador práctico que disfruta de una buena lectura y
conversación, no se deja arrodillar por las carencias de la vida, ni
materiales, ni humanas. Es socialista de los que no reciben dádivas y creen en
el altruismo marxista y en la igualdad de oportunidades de vida para la
sociedad actual, es justo por definición, libre como un caballo salvaje y no
acepta gríngolas, ni ataduras ideológicas que lo compren o encarcelen en alguna
maldad. Por tales motivos, la política pequeña, hecha de negocios turbios,
componendas y acomodamientos propios no está en la psicología de su vida. Pero
además, él, es un protegido de Dios por ello recorrió el tránsito mortuorio desde
Cobalongo a Turmero cuando falló su corazón y su anhelo de vida, lo salvó. No
hubo despedida aunque sintió el vértigo del vacío final. Pero ahí estaba yo, silente
entre el polvo del camino, amaneciendo desde su salado sudor, socorriéndolo a
lo largo del camino, como siempre; y con su fuerza y mi amor, él aún está en la
vida y en el Estado Aragua vendiendo empanadas.
Mi
hijo es un aventurero nato y su gran sueño es recorrer el mundo, conocer,
escudriñar aprender sobre la obra de Dios y de la humanidad. Eso también lo
heredó de mí, porque Osmán, tanto como yo, es un filósofo, un amante del saber.
Fue así, que la menor de mi nieta, hija de Irene Mijares, la bella, con ojos pintados
de la fuerza de la lluvia, se llama Sofía, más bien!, la invencible Sofía, que
ni el más corrosivo de los ácidos, ni venenos la retira del juego y de la vida.
Mi
hijo, aunque no aparente, tras su modesta venta de empanadas
es un pensador práctico, que planea en grande y pequeño sobre lo sustantivo de la vida. Meticuloso y organizado de mano de su querida Nancy quien hoy comparte su nido en apoyo amoroso, tanto como lo fue con su esposa Gladys, la eterna…, la cual siempre vivirá en su corazón y en su recuerdo porque el cáncer y las enfermedades no arrasan con el gran amor. Él, es un hombre de amores verdaderos y eternos, tanto con sus parejas, como con sus amores más hondos: Sus hijos, sus nietos, Venezuela toda. Ellos son su más excelso tesoro.
es un pensador práctico, que planea en grande y pequeño sobre lo sustantivo de la vida. Meticuloso y organizado de mano de su querida Nancy quien hoy comparte su nido en apoyo amoroso, tanto como lo fue con su esposa Gladys, la eterna…, la cual siempre vivirá en su corazón y en su recuerdo porque el cáncer y las enfermedades no arrasan con el gran amor. Él, es un hombre de amores verdaderos y eternos, tanto con sus parejas, como con sus amores más hondos: Sus hijos, sus nietos, Venezuela toda. Ellos son su más excelso tesoro.
No
quiero aburrir más a mi querido lector acerca de las grandes cualidades de mi
hijo Osmán Mijares, pues, la vida es corta y no puede desperdiciarse en torpes
fastidios y bostezos. Pero no me puedo despedir sin recordarles que la íntima
herencia que le he dejado a mi hijo Osmán ha sido el aturquesado cromatismo de
mi presencia en sus ojos que asemejanse a dos grandes océanos de turquesa
líquida, donde se recibe desde la serenidad inconmensurable de la luz del
atardecer, hasta la furia del mar de leva. En esos ojos de mi hijo Osmán
patenté el misterio de la vida misma. Ojos taciturnos y alegres, furia de aguamarina que calma y castiga a la
vez, ojos brujos como los míos, que invitan al amor y al placer. Ojos de número
siete. Ojos humildes y provocadores, ojos de turquesa y agua marina, ojos de
cielo y mar…ojos de eternidad.

Con gran
afecto,
La Inmensa Mar
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