sábado, 27 de agosto de 2016

Pugilato político sobre rieles



Pugilato político sobre rieles




Voy lerda. El calor asfixia en el vagón, apretada entre carnes desconocidas del resto de los pasajeros, cuando a golpe del ángelus todos quieren regresar. Las puertas se cierran inclementes y sus metálicos rugidos nos recuerdan que comprimamos el cuerpo ante el tren en movimiento. Metro de Caracas, sin aire acondicionado en el vagón, hora pico… ¿éste será el averno? ¡De pronto!..., zas, un
profeta rompe el monótono rugir de la locomotora. Es un hombre joven, moreno, andrajosos, pequeño, maloliente. Se le nota que no creció más, por la pobreza y el hambre que pasó. Al verlo, pensé que mendingaba, luego, supe que era un predicador de Cristo Nuestro Señor. Así inició su monótona letanía, con Dios arriba y nosotros como sardinas en olla de presión, abajo y batidos sobre rieles.



Su discurso fue poli temático. Primero el apocalipsis, luego el matrimonio gay en Venezuela como indicador de su comparecencia y vertiginosamente remató, y eso fue lo que me gustó y me invitó a construir el artículo que hoy tenéis ante los ojos; con la crítica más feroz y contumaz contra el actual gobierno. Todos los calificativos
juntos de la oposición, salidos del alma de aquel joven cosido desde la ranchería más honda de Caracas rodaban, sin contemplaciones, en aquel tren. Por supuesto yo, sin emoción artística, me estreché los lentes de científica en la mirada y observé la reacción del público. Un vagón full, sentados y parados, ¡y el hombre ahí!, como dijo el sonero, exponiendo un discurso contra todo lo que oliera al poder en Venezuela. 
Pero ¡oh! destino paradigmático, la vieja transeúnte postrada a mi lado despertó de su letargo, cuando el profeta recordó la obviedad: ¡Está muerto y no es gigante! ¡Dios! Para que fue eso. La mujer abrió desorbitadamente los ojos y la ira le baño la faz. Se descocó, pensé yo. A partir de allí, el joven tomó fuerza y despotricó sin contemplaciones del gobierno, mientras el discurso de Dios se desvaneció, puerilmente, entre los rieles, al tiempo que la vieja iracunda, dejó que su rabia estallara como vapor en olla de presión y comenzó a gritarle al muchacho. 


−Anda a estudiar, ignorante, hipócrita, blabla…−, pero la cumbre fue cuando le gritó oligarca… ¡Eso fue de antología literaria!. Aquella pinta de pobreza radical del joven discurseador insultado desde el término de los mega ricos. No sé cuantos minutos ella denigró del joven. Lo hizo con fuerza, exaltada y a pleno pulmón.


Los pasajeros no querían guerra sólo llegar a su destino, pero el silencio se rompió cuando un hombre mayor, afro descendiente, bien negrito, le gritó a la vieja que dejará tranquilo al muchacho… y de repente, ¡Ay papá!, todos los pasajeros recriminaban la acción de la doña. Entonces, el predicador reforzado por el pueblo rodante, subió la voz y los menores miraban atónitos aquello, mientras la vieja se ponía morada de la rabia. 



¡Sin pueblo no hay Miraflores!, compadrito; y éste es todo el dolor
contra el revocatorio…, que están sin votos, sin líder, sin futuro, sin la hucha de los dólares que algún día se recuperarán. 



Reflexioné sobre la realidad de cada quien. Los que están a favor y en contra, opiniones todas muy respetables… ¡Que viva la democracia seria!... Sobre la Ciencia Social, sin pasión, emoción, fanatismo, despersonalizada de los motivos e intereses de los sujetos que la hacen y la actúan. ¡Verdad y realidad!, aspectos distintos de la vida social sobre un tren destartalado, lleno de fanáticos, hambrientos y esperanzados en que podamos volver a reencontrarnos en la fraternidad de nuestra bandera…. He llegado a mi destino…, hasta la próxima semana.