El semanario Familiar y la reflexión de la abuela
En la vieja casona de Turmero el alba
amaneció aderezado con el aroma y el sabor del estupendo guisode las hallacas
de la abuela. Como se estipula por herencia, la Nana Kymbisa dirigía todo el
proceso de corte y sancocho, mientras las ollas rugían arrojando tufaradas de
herencia navideña, pues las hallacas de la abuela gozaban de una alta fama
internacional que no tenían paragón en América. Eran las mejores, indiscutiblemente, con la suavidad de las manos de la abuela Catalina, la magia de la Nana Kimbisa (niñera por cien años), la vehemencia de la doctora Mariana (hija de Susana), la chispeante ocurrencia de la niña Beatriz (alias Frescolita, nieta), la elocuencia de Susana (hija de Ña Catalina y jefa de la casona), la fuerza de Julieta Guasare (otra nieta, de las cuarenta y cinco legalmente reconocidas) y pare usted de contar.
internacional que no tenían paragón en América. Eran las mejores, indiscutiblemente, con la suavidad de las manos de la abuela Catalina, la magia de la Nana Kimbisa (niñera por cien años), la vehemencia de la doctora Mariana (hija de Susana), la chispeante ocurrencia de la niña Beatriz (alias Frescolita, nieta), la elocuencia de Susana (hija de Ña Catalina y jefa de la casona), la fuerza de Julieta Guasare (otra nieta, de las cuarenta y cinco legalmente reconocidas) y pare usted de contar.
La abuela había instaurado,
prácticamente, un sistema de producción industrial y elaboraba hallacas de
acuerdo a los futuros
regalos asignados para familiares, amigos, conocidos y
demás, tanto en la órbita nacional, como internacional. Por ejemplo, las
hallacas destinadas de la tia-prima Carolina Herrera (ella no usa el Guasare
pues en New York y Paris lo consideran primitivo, costumbrista y nativo) no se
elaboran con harina de maíz puro y corriente, sino de una mezclilla especial
que inventaron entre la abuela y la Nana para evitar el exceso de kilos.
Carolina es diseñadora y ejemplo de la moda familiar en el mundo entero. ¡Hay que cuidar la figura!
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Las Multisapidas como decía Don Rómulo |
de profesión y un comunicador por vocación que llegó al Estado Aragua arrastrado por la política municipal y se enamoró del rugir de los ríos y paisajes de la zona hasta que decidió lanzar campamento familiar. Madame Susana, hija de Doña Catalina, contemporánea en edad y en aventuras con Rodolfo, había pedido un préstamo familiar para apoyarle en un negocio al primo, el cual la abuela nunca se enteró, hasta ese día.
Madame Susana le preguntó por el
exitoso desenvolvimiento del “Semanario Aragüeño” y por el resto de los
productos comunicacionales. Fue entones que el hombre, con voz de trueno
entrecortado, respondió que notificaba formalmente que la censura del gobierno
era total, multifactorial y que, lamentablemente y para desgracia de toda la
familia y del público en general, el Semanario no vería luz, ni Diciembre, ni
nunca más pues el látigo del poder enmudeció su pluma y sus letras. Dijo
también que varias familias quedarían sin trabajo, pero que la economía de la
censura, es decir, la falta de dólares para
comprar el papel, el exceso de triquiñuelas y largos tiempos para lograr los dólares con los que se hace el periódico y las presiones políticas de todos tipo, para silenciar los acontecimientos del momento, impedían seguir poniendo el periódico con regularidad en manos del pueblo. La abuela escuchó sin inmutarse, pero la doctora Mariana casi se desmayó. Pues era ella la que mantenía las costosas finanzas de la familia y todas salían del reservorio que Rodolfo entregaba semanalmente para la manutención de la familia.
comprar el papel, el exceso de triquiñuelas y largos tiempos para lograr los dólares con los que se hace el periódico y las presiones políticas de todos tipo, para silenciar los acontecimientos del momento, impedían seguir poniendo el periódico con regularidad en manos del pueblo. La abuela escuchó sin inmutarse, pero la doctora Mariana casi se desmayó. Pues era ella la que mantenía las costosas finanzas de la familia y todas salían del reservorio que Rodolfo entregaba semanalmente para la manutención de la familia.
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La abuela abrió los ojos hasta que su
rostro se desfiguró dibujándose como un sapo de la laguna de Taiguaiguay y
pidió
explicaciones. La verdad salió a flote, entendió que Mariana sólo colaboraba con un pequeño monto para el mercado, pero que el resto de los gastos, los pagaba el Semanario que hoy, su gobierno revolucionario, le obligaba a cerrar a través de neocensura económica. Todos esperamos los gritos de la abuela por el ataque solapado de Rodolfo
contra el gobierno, de antemano imaginamos sus gritos e insultos. Pero lo inesperado ocurrió.
explicaciones. La verdad salió a flote, entendió que Mariana sólo colaboraba con un pequeño monto para el mercado, pero que el resto de los gastos, los pagaba el Semanario que hoy, su gobierno revolucionario, le obligaba a cerrar a través de neocensura económica. Todos esperamos los gritos de la abuela por el ataque solapado de Rodolfo
contra el gobierno, de antemano imaginamos sus gritos e insultos. Pero lo inesperado ocurrió.
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La abuela con su atuendo de editora |
Dijo: "Soy dueña
de un periódico…eso es una gran responsabilidad con el pueblo…" abrió más los
ojos, bajó la cabeza meditabundamente y preguntó que cuál era el porcentaje de
sus acciones…
Rodolfo respondió que el sesenta por ciento, que era socia mayoritaria. Ella con la vista en el vacío ordenó recoger toda la comida y almacenarla en el frigorífico, que no se regalaban más hallacas, que las hechas solo se servirían para noche buena y que fin de año era pabellón con Lairen. Luego se encerró con el editor, la doctora Mariana y su hija Susana en el despacho custodiados por
la Kymbisa quien ordenaba el café y el jugo de papelón.
Rodolfo respondió que el sesenta por ciento, que era socia mayoritaria. Ella con la vista en el vacío ordenó recoger toda la comida y almacenarla en el frigorífico, que no se regalaban más hallacas, que las hechas solo se servirían para noche buena y que fin de año era pabellón con Lairen. Luego se encerró con el editor, la doctora Mariana y su hija Susana en el despacho custodiados por
la Kymbisa quien ordenaba el café y el jugo de papelón.
Entre todos decidieron soportar hasta donde se pudiera con la escasez de papel, la carestía de la tinta , la falta de repuestos para máquinas y el incremento de los sueldos de todo el personal, particularmente periodistas y comunicadores. Se acordó uno línea informativa mesurada, donde la verdad compareciera en el claroscuro de la información veraz y que no habría parcializaciones ni a favor, ni en contra de ningún actor de Aragua.
La abuela remató diciendo que si el gobierno lo hacía bien se diría en el Semanario, tanto como si lo hacía mal, pues el pueblo tiene derecho a la verdad sin censura, sin bozal, sin amarres, sin presión. Que socialismo sin libertad es tan pernicioso como capitalismo sin justicia y terminaron todos tomando café junto a los topochales del solar. La abuela se sintió muy orgullosa de su familia por el esfuerzo realizado y los instó a seguir en la lucha por un país mejor.