EL Camino de los Enanos
Cuento Infantil

La vieja
mujer, en su indignación por lo
sucedido con su jardín, conjuró a los ladrones
y los convirtió a todos, en horribles ranas llenos de escamas y pelos. Y tanto
fue el sollozo y la tristeza de la bruja por las
flores, que tres hermosos
enanos que siempre estaban escondidos en el campo, al escuchar la tristeza de
la anciana, decidieron ayudarla. Por eso, Fifina, la más
joven de las enanas
salió brincado desde las piedras y le contó a la vieja bruja su plan de
reconstrucción con las flores. La mujer, conmovida por el buen corazón de los
enanos les explicó, que a raíz de lo
sucedido había realizado un maleficio en
el jardín, para que, cualquiera que lo
pisase durante el día quedase atrapado en él para siempre.
Pero los otros dos
enanos, Manuel y Susana, salieron corriendo a narrarle a la anciana lo
dispuestos que estaban por recuperar el hermoso jardín durante la
noche.
Fifina, la enana llorona, por fin, se puso a reír al ver el esfuerzo de los enanos mayores, y
muy conmovida, la bruja otorgó el permiso para realizar el trabajo,
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Inmediatamente
comenzaron el trabajo. Julio, el enano reilón se pasó toda
la noche escarbando
la tierra y podando las matas mientras reía y se carcajeaba por los cuentos e
historietas que le susurraban las flores y las plantas. La enana llorona se
sentó en la puerta a pulir las piedras del jardín con las lagrimas que
derramaba,
cada vez que Julio, el enanito menor, conseguía un bichito en los
huequitos que habría con los dedos gordos de sus manos alegres y Susanita, la
enanita de las flores, sembraba las semillas y las soplaba con
un agua mágica
que desde siempre había guardado en una botellita de cristal que, celosamente, cargaba
atada al cuello.
Toda la noche
Fifina, Julio y Susana
cantaron, sembraron y rieron restaurando el jardín. Pero
minutos antes del amanecer, cuando todos los arreglos estuvieron listos, los
enanos se quedaron extasiados contemplando el murmullo de las flores que
conversaban felices y agradecidas
por el trabajo. Miles de colores y aromas
rociados por la aurora engalanaron el jardín y el brillo del polen y los finos
pistilos comenzaron a abanicar a los
pájaros.
Tan extasiados estaban los enanos con
lo bello del jardín que,
contemplándolo, Julio comenzó a reír desaforadamente, Fifina empezó a llorar amargamente
y Susanita se puso a regar sin cesar las flores con el agua de su botellita
mágica, mientras el sol, en su teatral cruzada les iluminó el rostro
convirtiéndolos súbitamente en estatuillas de piedra.
Desde entonces, todos los
habitantes del pueblo recorren el floreado jardín donde tres enanos de piedra:
el reilón, la llorona y la jardinera; adornan el exquisito camino donde yacen
con cara de placidez los tres enanos.