viernes, 31 de julio de 2015

Aquí no hay quien viva 3x01 Erase un caos Capítulo completo1 #Video #Comedia #Alegría #Mudanza

Aquí No Hay Quien Viva - Temporada 5 - Capitulo 09











La Comedia es una forma de dar salida para algunas frustraciones

Severiano: el vampiro del Calvario y la comisario

   

Severiano: el vampiro del Calvario  y la comisario


Apenas si el sol despuntó por el este de Caracas, cuando el teléfono de Sonia Escambati, comisario general del grupo de inteligencia nacional, relinchó urgentemente: 
− ¿Cómo?; ¿Por dónde? ; ¿Cuándo la encontraron? −; 
Luego Risas…;
− ¿siiii, seguramente, el chupa cabras de Caracas? −; (pausa por el auricular)… 
− No seas pistola mijo, sabes que no soy mujer de creer en cosas raras. Ni fantasmas, ni aparecidos −; (Teléfono cerrado). 

La comisario dejó perder su imaginación por entre la bocanada gris del humo del cigarro que invadió el interior de su automóvil. Ya, a esa hora, un tráfico espeso la rodeó desperezando sus nervios. 

Llegó al sitio y como era inmenso su recelo por ver el cadáver antes que los forenses destruyeran las evidencias, atravesó el vehículo en medio de la calle, como policía con poder
en un país sin ley, creando una inmensa cola de carros y ganándose bien temprano el merecido insulto de los transeúntes, por boca de choferes apurados y demás ciudadanos.


De niña siempre le mortificó la presencia de fantasmas y demonios. Fue ¿quizás por ellos? que se hizo policía ascendiendo, rápidamente, al máximo grado. Sonia era un sabueso de cacería y no lograba conciliar el sueño si no conseguía un culpable…creíble o no, como ella misma alegaba. Remontó las escaleras del
Monumento del Calvario, para mantenerse en forma. Al tomar la cúspide divisó los edificios ministeriales, la plazoleta del centro, la hilera de carros. 

Quedó sin aliento y comprobó que los años, el tabaco y el alcohol dejan cicatrices. El monumento del Calvario, en Caracas, era infraestructura de la penúltima dictadura nacional, construida por Pérez Jiménez. Mostrabase caduca y modesta como todo lo que se amasa con sangre del pueblo. Más allá, en el horizonte, la luz del amanecer germinó por el este, reflejándose en sus pupilas de tigra cazadora. 

− Caracas, siempre bella y cargada de asesinos y matones−; suspiró tristemente, dio la vuelta y caminó hasta el cadáver.

Sin decir palabra, se abrió pasó entre mirones, mendigos y funcionarios, mientras se apretó sus guantes de lona. La tétrica escena de moscas sobre el rostro del cadáver la asqueó como siempre. Era una mujer india, sin zapatos y el cadáver yerto no tendría más de seis horas de distancia con la muerte. 

La blusa abierta y en el cuello dos grandes orificios como cráteres daba cuenta del origen del deceso. El cuerpo sin sangre, palidecía seco sobre hojas verdes, cerca de un banco de cemento. Sin
testigos, alguien llamó a la comisaria del centro. A lo lejos un loco gritó: −chupacabras−; y siguió corriendo, sucio y maloliente, con un saco despedazado sobre el lomo. Pero la mirada cazadora de la comisario, atenta a la escena del crimen, percibió a una mujer con bata de médico que abriéndose paso entre la gente se le saltaron las lágrimas. Sonia grabó la escena… 

− ¿Funcionarios de salud que lloran frente a un cadáver? Raro−… Hizo un guiño a uno de sus agentes para que la siguieran. Sonia
encontró una conexión emocional.


Las evidencias eran claras, le extrajeron la sangre por el cuello. Éste, era el cuarto caso de asesinato en la circunvalación con las mismas caracteristicas. Primero, un mendigo, luego una prostituta, un obrero y ahora ésta desconocida…todos desangrados…; había que esperar la autopsia. 

Al mediodía todos los datos estaban en sus manos. Según lo recogido el asesino atacaba en horas de la tarde y desangraba a sus víctimas. Por otra parte, la médico era una mujer recién graduada que vivía con su familia en una de las casas de la ranchería, cerca del monumento. Nada tenía sentido…


La comisario se vistió de paisana y subió a la plazoleta del Calvario. Llevaba su arma y un libro en la mano. Se apoltronó en un banco y desde allí espero la tarde. Los vecinos cada vez eran menos a medida que entraba la noche y los indigentes le daban
vuelta para ver si podían atracarla, mientras ella les enseñaba el arma sin inmutarse como santo y seña de lo que les esperaba. 

¡De pronto!; un hombrecito enjuto, ataviado en una vieja chaqueta de cuero, con bigotes amarillentos como escobas viejas, la saludó amablemente. Ese día no pasó nada, así como las próximas tres semanas, a excepción del saludo cordial del sesentón de chaqueta ruñida. 


Pero el primer día de la cuarta semana de cacería Escambati vio a la médica llorona acompañada del hombre de la chaqueta. Estructuró una alerta. Días después, cuando éste se le acercó a saludarla ella lo abordó. Él se identificó como Severiano Monedaro, escritor y militar retirado. Su mirada perdida y la forma como intentaba seducirla alertaron a la policía. En medio del dialogo Sonia se abrió la chaqueta y saltó su rosario por encima de la blusa. El viejo abrió los ojos y rápidamente se alejó de ella. Sonia quedó segura que algo turbio encubría el escribidor. 


La comisario mantuvo su estrategia de gozar la tarde-noche en el Calvario. Pero ese día regresó tarde, abrió la puerta de su casa y entró. Revisó el perímetro como siempre hacía y divisó el jardín trasero. Se impresionó al ver a Severiano parado allí, con las manos en el bolsillo, sonriéndole como si nada. Ella abrió la gaveta de los cubiertos, sacó dos granadas y se las metió en el bolsillo, pero al dar la vuelta el hombre la asediaba por la espalda con los ojos rojos y la boca abierta. Allí comenzó un feroz forcejeo entre ambos.



Sonia percutió dos tiros sobre la humanidad de Severiano mientras él intentaba golpearla. El escribidor se abalanzó sobre ella como si los disparos fuesen de salvia y la golpeó con fiereza elevándola por los aires como papelillo. La comisaria, luchadora profesional, recia en el combate y campeona de Judo, se incorporó para matarlo. Monedaro se reía mientras su rostro y sus ojos se volvían sangre. 

Golpes, tiros y gritos anegaron la estancia empujando la mujer hasta su habitación y derribándola sobre la cama. Allí, el viejo excitado intentó violarla y clavarle sus inmensos colmillos en el cuello. El forcejeo fue sin igual y en el torbellino de violencia, justo cuando el vampiro sobre la cama trató de matarla, Sonia, con un movimiento súbito, sacó el viejo crucifijo de acero que recogió de la tumba de su padre y con fuerza lo clavó en el pecho del vampiro. Toda la alcoba se anegó de sangre. 


Dicen que en el Calvario algunas tardes la comisario sube a mirar el crepúsculo y muchos cuentan que la han visto volando sobre Caracas vuelta un vampiro… ¿Quién sabe?... ¿Quién sabeeee?
















Bola de Cebo y el terror de Cabudare #Lara



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