sábado, 4 de octubre de 2014

Los Diez Libros de Horror más impresionantes de todos los Tiempos


Los Diez Libros de Horror más impresionantes de todos los Tiempos





EL GATO NEGRO
EDGAR ALLAN POE



    01. El Gato Negro de Edgar Allan Poe. Fue escrito en el año 1843. Los especialistas en el género lo consideran uno de los más escalofriantes de todos los tiempos

       02. El Cuento

No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales.


Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre.

Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato.

Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla.

Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle.


Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Plutón, sin embargo, conservé suficiente consideración como para abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad, empero, se agravaba -pues, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón, que ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor.


Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad.
Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo, no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de lo sucedido.


El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia. Una mañana, obrando a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol; lo ahorqué mientras las lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordimiento me apretaba el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque estaba seguro de que no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué porque sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más misericordioso y más terrible.


La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de: "¡Incendio!" Las cortinas de mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración mi mujer, un sirviente y yo. Todo quedó destruido. Mis bienes terrenales se perdieron y desde ese momento tuve que resignarme a la desesperanza.


No incurriré en la debilidad de establecer una relación de causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción. Pero estoy detallando una cadena de hechos y no quiero dejar ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio acudí a visitar las ruinas. Salvo una, las paredes se habían desplomado. La que quedaba en pie era un tabique divisorio de poco espesor, situado en el centro de la casa, y contra el cual se apoyaba antes la cabecera de mi lecho. El enlucido había quedado a salvo de la acción del fuego, cosa que atribuí a su reciente aplicación. Una densa muchedumbre habíase reunido frente a la pared y varias personas parecían examinar parte de la misma con gran atención y detalle. 

Las palabras "¡extraño!, ¡curioso!" y otras similares excitaron mi curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca superficie, grabada como un bajorrelieve, aparecía la imagen de un gigantesco gato. El contorno tenía una nitidez verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del pescuezo del animal.
Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla otra cosa- me sentí dominado por el asombro y el terror. Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al producirse la alarma del incendio, la multitud había invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga y tirar al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme en esa forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima de mi crueldad contra el enlucido recién aplicado, cuya cal, junto con la acción de las llamas y el amoniaco del cadáver, produjo la imagen que acababa de ver.

Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que no mi conciencia, sobre el extraño episodio, lo ocurrido impresionó profundamente mi imaginación. Durante muchos meses no pude librarme del fantasma del gato, y en todo ese tiempo dominó mi espíritu un sentimiento informe que se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros que habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar.


Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato negro muy grande, tan grande como Plutón y absolutamente igual a éste, salvo un detalle. Plutón no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba una vasta aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el pecho.


Al sentirse acariciado se enderezó prontamente, ronroneando con fuerza, se frotó contra mi mano y pareció encantado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar el animal que precisamente andaba buscando. De inmediato, propuse su compra al tabernero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni sabía nada de él.


Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para inclinarme y acariciarlo. Cuando estuvo en casa, se acostumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran favorito de mi mujer.


Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio. 

Evitaba encontrarme con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de antaño me vedaban maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de hacerlo víctima de cualquier violencia; pero gradualmente -muy gradualmente- llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia, como si fuera una emanación de la peste.


Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue descubrir, a la mañana siguiente de haberlo traído a casa, que aquel gato, igual que Plutón, era tuerto. Esta circunstancia fue precisamente la que lo hizo más grato a mi mujer, quien, como ya dije, poseía en alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros.


El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso temor al animal.


Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera. Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen delpatíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!


Me sentí entonces más miserable que todas las miserias humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de producir tan insoportable angustia en un hombre creado a imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella criatura no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a hora de los más horrorosos sueños, para sentir el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso -pesadilla encarnada de la que no me era posible desprenderme- apoyado eternamente sobre mi corazón.


Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí lo poco que me quedaba de bueno. Sólo los malos pensamientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más tenebrosos, los más perversos pensamientos. La melancolía habitual de mi humor creció hasta convertirse en aborrecimiento de todo lo que me rodeaba y de la entera humanidad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó a ser la habitual y paciente víctima de los repentinos y frecuentes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba.



Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompañó al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un golpe que hubiera matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies.



Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. Sabía que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me observara. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos. Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sótano. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de una mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para que lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas.



El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros eran de material poco resistente y estaban recién revocados con un mortero ordinario, que la humedad de la atmósfera no había dejado endurecer. Además, en una de las paredes se veía la saliencia de una falsa chimenea, la cual había sido rellenada y tratada de manera semejante al resto del sótano. Sin lugar a dudas, sería muy fácil sacar los ladrillos en esa parte, introducir el cadáver y tapar el agujero como antes, de manera que ninguna mirada pudiese descubrir algo sospechoso.



No me equivocaba en mis cálculos. Fácilmente saqué los ladrillos con ayuda de una palanca y, luego de colocar cuidadosamente el cuerpo contra la pared interna, lo mantuve en esa posición mientras aplicaba de nuevo la mampostería en su forma original. Después de procurarme argamasa, arena y cerda, preparé un enlucido que no se distinguía del anterior y revoqué cuidadosamente el nuevo enladrillado. Concluida la tarea, me sentí seguro de que todo estaba bien. La pared no mostraba la menor señal de haber sido tocada. Había barrido hasta el menor fragmento de material suelto. Miré en torno, triunfante, y me dije: "Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano".



Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causante de tanta desgracia, pues al final me había decidido a matarla. Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí, su destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el astuto animal, alarmado por la violencia de mi primer acceso de cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir profunda y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso del crimen sobre mi alma.



Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no volvía. Una vez más respiré como un hombre libre. ¡Aterrado, el monstruo había huido de casa para siempre! ¡Ya no volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, y la culpa de mi negra acción me preocupaba muy poco. Se practicaron algunas averiguaciones, a las que no me costó mucho responder. Incluso hubo una perquisición en la casa; pero, naturalmente, no se descubrió nada. Mi tranquilidad futura me parecía asegurada.

Al cuarto día del asesinato, un grupo de policías se presentó inesperadamente y procedió a una nueva y rigurosa inspección. Convencido de que mi escondrijo era impenetrable, no sentí la más leve inquietud. Los oficiales me pidieron que los acompañara en su examen. No dejaron hueco ni rincón sin revisar. Al final, por tercera o cuarta vez, bajaron al sótano. Los seguí sin que me temblara un solo músculo. Mi corazón latía tranquilamente, como el de aquel que duerme en la inocencia. Me paseé de un lado al otro del sótano. Había cruzado los brazos sobre el pecho y andaba tranquilamente de aquí para allá. Los policías estaban completamente satisfechos y se disponían a marcharse. La alegría de mi corazón era demasiado grande para reprimirla. Ardía en deseos de decirles, por lo menos, una palabra como prueba de triunfo y confirmar doblemente mi inocencia.



-Caballeros -dije, por fin, cuando el grupo subía la escalera-, me alegro mucho de haber disipado sus sospechas. Les deseo felicidad y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, caballeros, esta casa está muy bien construida... (En mi frenético deseo de decir alguna cosa con naturalidad, casi no me daba cuenta de mis palabras). Repito que es una casa de excelente construcción. Estas paredes... ¿ya se marchan ustedes, caballeros?... tienen una gran solidez.


Y entonces, arrastrado por mis propias bravatas, golpeé fuertemente con el bastón que llevaba en la mano sobre la pared del enladrillado tras de la cual se hallaba el cadáver de la esposa de mi corazón.


¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio! Apenas había cesado el eco de mis golpes cuando una voz respondió desde dentro de la tumba. Un quejido, sordo y entrecortado al comienzo, semejante al sollozar de un niño, que luego creció rápidamente hasta convertirse en un largo, agudo y continuo alarido, anormal, como inhumano, un aullido, un clamor de lamentación, mitad de horror, mitad de triunfo, como sólo puede haber brotado en el infierno de la garganta de los condenados en su agonía y de los demonios exultantes en la condenación.



Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta. Por un instante el grupo de hombres en la escalera quedó paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos brazos atacaron la pared, que cayó de una pieza. El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba!
                El Gato Negro: Edgar Allan Poe

1.  Contenido simbólico. (Su interpretación del cuento)


    Su vicio (alcohol o impulso) llevaron al personaje a cometer varios acontecimientos terribles llenos de violencia pero no solo por ser un alcohólico,  si no por el hecho de guardar tanto tiempo sentimientos que el tenía desde pequeño, el no socializar y sentir que sus compañeros se burlaban de la actitud dócil que el tenia, además de necesitar algo más que aceptación de sus seres queridos. Cada persona toma lo negativo como prefiera, en este caso nos dice que resentimiento nos puede llevar a consecuencias terribles, aunque el cuento lleva hasta el extremo estas consecuencias, nos da una idea de lo que puede ocurrir, enloquecer o tomar una actitud paranoica y/o esquizofrénica puede suceder, a veces los seres humanos nos enganchamos con situaciones que suceden, ya sean negativas o positivas, pero no por esto vamos a traumatizarnos y llegar hasta los límites, hay que saber canalizar las emociones. 

    “Lo único que se consigue con la represión es que el sentimiento se guarde en el subconsciente, en vez de en la parte consciente de la mente. Los sentimientos que han sido reprimidos, quedan almacenados en forma de energía en las células del cuerpo. Esa energía dura años, contribuyendo a crear estrés y acelerar la aparición de los síntomas de vejez y enfermedades mentales”

   Con todas las acciones que el protagonista realiza en este cuento creo que le llega a dar de cierta forma un alivio a su alma, pues de cierta forma las acciones que él comete le logran causar algún tipo de placer que se llega a repetir varias veces, el hecho de haber reprimido constantemente emociones requiere de cierta energía excesiva lo que provoca cometer actos que ocupan de como externar esta fuerza con actos que no son correctos y mas si se tiene un extra como lo es el alcohol.
       
2.  Agregar frases o citas y explicarlas, con ellas apoyarán su interpretación del cuento. 

       "Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma."  El protagonista narra todos los hechos de la historia, vistos ya con cabeza fría y desde su perspectiva, si bien él piensa que no está loco, quizá no se había dado cuenta de los trastornos psicológicos que tenia, narra todo con frialdad y nos refleja sus sentimientos mas atroces.           

 "Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales"


   Ésta frase creo que es la que me pareció mas interesante en todo el cuento, ya que me gustaría saber si alguien en realidad podría descifrar lo que sus cuentos dicen, muchas personas realizan análisis de cuentos, y tratamos de deducir o ponernos en el papel del escritor, pero resulta difícil transcribir todos esos sentimientos causados por el texto. 

"Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros." Como se ve en el cuento, él era un niño muy tranquilo, después se menciona la amistad que tenía con los animales, y habla acerca de ella, la describe como una amistad sincera y fiel, probablemente desde niño sufrió cierto abuso por ser tan "bueno" eso sucede comúnmente  las personas siempre se quieren aprovechar de la bondad de los demás, cuando se llega a los extremos, las consecuencias pueden ser muchas, desde un cambio de actitud altamente agresivo, la depresión, y a veces hasta el suicidio. 


"Plutón - tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle." La amistad con su gato Plutón creo que se convirtió en algo molesto para él, la amistad que ellos tenían sobrepaso sus límites, aunque probablemente el gato se encariño mucho, lo hartó, aún así, no creo que esto haya sido el factor que cambio su carácter. 


"Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. "

No sé si esto sea muy común, pero en ésta parte del cuento me siento muy identificada, a veces las personas cercanas te dan tanto de ellos que te hacen sentir cierto poder sobre sus sentimientos, sobre ellos mismos, que hace que llegues a manejarlos con tus actitudes sin importarte como se sentirán con eso.

"Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. "

Ya con todo lo que el personaje vivía diariamente, desde la violencia hacia su esposa, su actitud con el gato y aparte el alcoholismo, lo encaminó hacia un paso mas allá de lo que ya estaba haciendo, lastimar a su ser mas querido, que aunque suene raro, era Plutón, yo creo que aquí es cuando empieza a externar sentimientos negativos que tenia guardados desde su infancia. 

"Se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla?" En esta parte de la historia creo que el narrador trata de introducirnos hacia su sentir, y es verdad, los seres humanos cometemos actos de perversidad, y a veces hasta los disfrutamos, unos mas que otros, claro, y otros con mas frecuencia, algunos sin remordimiento, y hoy en día no es raro lastimar por lastimar, incluso hasta auto lastimarnos  la perversidad se podría describir como un acto que  sabemos que no debemos hacerlo, mas aún así lo hacemos, y a veces hasta lo disfrutamos... creo éste es el énfasis de la perversidad.



"En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso temor al animal."

El protagonista se contuvo al sentir impulsos para querer matarlo, decía que sentía un poco de remordimiento, y como no iba a sentirlo, si había matado a Plutón sin preocupación  la carencia de sensibilidad fue provocandolo mas y mas pero aún tenia cierto temor.

El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen del patíbulo!

Aquel gato tiene un papel importante en la historia, pues funciona como elemento de conciencia que lo va atormentando poco a poco, además de ésto, el animal contaba con aquella mancha en forma de horca, lo cual lo atemorizaba mas y le daba mas ganas de aniquilarlo para ya no tener ese miedo.

Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. 

El personaje mata a su esposa en un ataque de ira, ya su trastornos mentales, sus sentimientos reprimidos, su nivel de alcoholismo lo habían llevado a los extremos, después narra todo lo sucedido con su esposa y como la enterró  sin pudor alguno, estas situaciones son descritas con tanta frialdad, que asusta... el gato misteriosamente había desaparecido.


Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta. 

En sí lo que el cuento nos quiere revelar es como un ser humano sensible, tranquilo, puede transformarse en un cruel individuo carente de sensibilidad ante el dolor ajeno, que termina siendo victima de sus actos.

3. Relación entre autor y obra. 


Edgar Allan Poe se familiarizó con el alcohol y las drogas, además tenia un carácter agresivo al igual que el personaje principal de éste cuento, los 2 tienen varias coincidencias, el alcoholismo y su carácter, pero obviamente éste escritor no lleva al extremo su conducta, pues se dice que siempre mantuvo los pies sobre la tierra, quizá este cuento era lo que Poe fantaseaba, o deseaba en un estado subconsciente , él nunca cometió algún acto de este tipo, pero probablemente los tenia en su cabeza, también coinciden en que su personalidad y carácter fue empeorando así como su salud física y mental por causa del alcoholismo, y  así los 2 acabaron con su vida por culpa de ese vicio .
Al parecer Edgar Allan Poe no tuvo una buena infancia es por eso que en el cuento la representa como si la hubiese tenido. 

En la mayoría de sus cuentos,el protagonista se autodelata, creo que esto tiene que ver también con su aflicción hacia la perversidad, quizá  el personaje disfruta cuando relata y recuerda fríamente todos los hechos cometidos. Ésta es una característica de los escritos de Edgar Allan Poe


4. Relación entre el contexto y la obra. 

El contexto de la historia se desarrolla en un ambiente misterioso , dentro de una clase social media,  hay diferentes lugares en donde se desenvuelve el cuento ; en bares, en la casa, en la calle y en el sótano, todas éstas me parece que son

efectuadas por la noche cuando el ambiente es oscuro y tétrico  todos los elementos nos hacen adentrarnos en una atmósfera de cierto suspenso que nos lleva a sentir hasta cierto temor por todos los hechos que van sucediendo. 

5. ¿Qué tipo de suspenso maneja el cuento y por qué?


      El tipo de suspenso que se maneja en este cuento es de terror pues nos provoca un estado de incertidumbre, o curiosidad en relación con el desenlace de la narración, el cuento te encamina hacia una serie de hechos violentos y terrrorificos, que van aumentando su nivel en como van aconteciendo, el final no es anticipado, aunque él mismo narra como se va autodelatando, en el climax de la historia no se tiene ni idea de cual será el final, no hay un misterio, pues se va narrando todo lo que va sucediendo, el único secreto que se tiene es que el protagonista guarda tantos sentimientos que los va desahogando poco a poco con ayuda del alcohol  y los actos violentos. el desarrollo de la historia busca la expectación impaciente del lector por el desarrollo de las acciones. 
También se añade la tensión pues el lector se mantiene al pendiente de lo que va sucediendo, existen distintas situaciones de tensión entre todos los personajes. 

6. ¿Qué tipo de obstáculos se presentan en el cuento y por qué?  


     De Respuesta suspendida porque la historia va contada cronológicamente, al principio del cuento él narra el texto describiendo todo lo que paso, como una confesión, y asi se va desencadenando su historia y su comportamiento va cambiando gradualmente, y va revelando parte por parte los actos cometidos y todos los elementos que lo llevaron hasta las máximas consecuencias.


7. ¿Qué tipo de historia es y por qué? 
 

 
Creo que tiene una combinación entre Crónica y Relato Fantástico, como se mencionó anteriormente, creo que Edgar Allan Poe tenia todos estos pensamientos en su cabeza pero nunca llego a llevarlos a la realidad, y Relato Fantástico, creó que el escritor fantaseaba con todo lo que sucedió en el cuento, quizá alguna vez lo pensó, lo imaginó, y decidió escribirlo tal cual como él lo sentía, tal vez en

un momento de ira, le dieron ganas de llevar a cabo las situaciones que son narradas en el cuento, tiene su toque de fantasía porque los actos que él cometió fueron macabros y dudo mucho que una persona en su sano juicio llegara a cometerlos.  

"En la crónica se utiliza un lenguaje sencillo, directo, muy personal y admite un lenguaje literario con uso reiterativo de adjetivos para hacer énfasis en las descripciones. Emplea verbos de acción y presenta referencias de espacio y tiempo"


8. ¿Qué tipo de narrador es y por qué?


      El tipo de narrador es Protagonista pues va narrando los hechos que él vivió, y ademas es el personaje principal de la historia, desencadena todas las situaciones del relato, cuenta la historia con sus palabras, revela sus sentimientos, y describe detalles de cada acto, todo ésto en su perspectiva. 

4. BIOGRAFIA DE EDGAR ALLAN POE

Edgar Allan Poe
SU VIDA

Nacido el 19 de enero de 1809, en Boston, era hijo de Elizabeth Arlold Poe y David Poe, actores ambulantes de teatro, quienes lo dejaron huérfano a los dos años.

Edgar Allan fue forjando su carácter a través de varios factores importantes que influyeron en su desarrollo intelectual.

Por un lado, la herencia de sus padres tuberculosos significó, tal vez, la salud debilitada y la poca resistencia al alcohol que padeció durante su vida. No debe olvidarse como debe haberlo marcado el hecho de que desde muy pequeño se quedo huérfano y el saber que vivía de la caridad de sus parientes.

Por otro, se debe tener en cuenta la época que los Estados Unidos vivían y los cambios sociales que le tocaron vivir: la creciente hostilidad entre el Sur y el Norte de su país, la esclavitud, y las leyendas de horror y misterio que los negros contaban.

El niño fue criado por John Allan, un hombre de negocios rico de Richmond (Virginia), del que tomó su apellido. John Allan se dedicaba al comercio de tabaco en Virginia.
Edgar Allan Poe recibió su educación en Inglaterra y en Norteamérica.

Poe siempre tuvo problemas con John Allan y estos no hicieron más que agravarse a lo largo de la relación entre ambos.
Durante su adolescencia empezó a escribir poemas con los que enamoró a una larga lista de mujeres. Su mayor influencia fue Lord Byron, aunque leía todo lo que estaba a su alcance.

Su vida universitaria fue rebelde y libertina, a pesar de que siempre estuvo en jaque por el poco apoyo económico que recibía por parte de su protector. También en esta época es cuando el poeta empieza a beber. Lo interesante es que unas cuantas copas bastaban para volverlo loco, no soportaba mucho alcohol.

Finalmente, el joven Allan fue expulsado de la Universidad de Virginia por jugador. Entonces, marchó a Boston, luego de romper relaciones con su padre adoptivo.

En Boston publicó, en 1827, su primer volumen de poesías, "Tamerlán". En esa obra se denota una leve inclinación byroniana.
La miseria y el hambre lo acompañaron y no tuvo más remedio que enrolarse en el ejercito, cosa que no duró mucho, por lo que tuvo que volver a recurrir a John Allan en busca de ayuda, la cual no le fue concedida y mucho menos después de que muriera la esposa de éste, hecho que casi marcó el rompimiento del poeta con sus protectores.


En 1830 lo admitieron en la Academia Militar de West Point, de la que pronto fue expulsado y fue entonces cuando se iniciaría su agitada carrera literaria. Publica "Poesías" en 1831 y ya muestra un estilo propio, con un matiz auténtico.
Con la muerte de John Allan, el poeta pierde toda esperanza de que su trabajo literario se realizara en condiciones económicas favorables. Poe vivió en varias ciudades: Nueva York , Filadelfia, Baltimore, en donde trabajó en diversas revistas como crítico, tarea que le costó muchas enemistades, por la clase de crítica que realizaba; pues destrozaba a sus contemporáneos.


En 1836 se casó con Virginia Clemm, una prima de trece años de edad. Dicho matrimonio colaboró, aunque precariamente, con su siempre deteriorado equilibrio mental.
Algunos de los lugares en que trabajó fueron : Southern literary messanger (1835), su primer empleo estable; Burton's Magazine (1838) en Filadelfia; Graham´s Magazine (1840) (en este periodo es cuando su esposa Virginia enferma de tuberculosis); New York Sun (1844) ; Evening Mirror ( 1845) ; Broadway Journal (1845)(es a partir de este periodo cuando alcanzó la fama que traspasaría la frontera ) y finalmente enGodey's lady's Book (1846) donde criticó y despedazó a los literatos de New York con los que convivía.
Por entonces vivía al día, como periodista con un sueldo mediocre, pero estas actividades lo llevaron a conseguir muchos trabajos en calidad de colaborador y posteriormente, llegar a la dirección de numerosos periódicos, entre ellos el "Southern Literary Messenger", el cual se convirtió bajo su dirección en el más importante periódico del sur.


La característica principal de todos estos empleos radica en que recibía un sueldo mísero, pero a cambio le daban la oportunidad de publicar sus relatos y alcanzar la fama. Sólo la fama , porque la mayor parte del tiempo vivió el la más absoluta miseria, con algunos lapsos de relativa calma.
En 1847 muere la esposa de Poe, victima de la tuberculosis. Aún hundido en la desolación, el autor terminó, en 1849, el poema "Eureka". Con la muerte de Virginia, la vida de Poe se vino abajo.
Aunque mantuvo relaciones con Sarah Helen Whitman y con Elmira, su novia de juventud, quien alivió en parte su dolor, Poe había llegado a un punto sin retorno.
A punto estuvo de casarse por segunda vez cuando, después de haber celebrado el inminente acontecimiento con algunos amigos, lo encontraron, moribundo, en una calle de Baltimore. Falleció cuatro días después, el 7 de octubre de 1849. Sus últimas palabras fueron "que dios ayude a mi pobre alma".

SU OBRA

Edgar Allan Poe escribió alrededor de sesenta cuentos, además de una serie de poemas, aunque a este género no le dedicó el tiempo que él hubiera querido, debido a su precaria situación económica.
Algunas de sus obras más importantes son : El gato negro, Eureka, La caída de la casa de Usher, "El Cuervo", El retrato Oval y La máscara de la muerte roja. Después de varios cuentos en prosa como los de "Historias extraordinarias" y algunos artículos críticos obtuvo una considerable reputación literaria que llegó a la cumbre en 1845 con el libro "El cuervo".

Lo cierto es que, ni el éxito alejó a Poe de su fuerte tendencia a la depresión. El alcoholismo lo arrastraba a sus ataques de melancolía de la misma manera que su melancolía lo arrastraba al alcoholismo.


Fuente: Internet