El diario de PSICOSIS
En el callejón de los muertos
UNA HISTORIA VERDADERA
No es fiesta es, más bien,
psicosis vecinal. La vieja, que desde que recuerde ha vivido en la casa de
enfrente, se está muriendo. Por ello, su hija calva enloqueció. Lo que narro es
la vida misma, nunca invento, ni siquiera para los lectores. Soy una escritora
del drama real de la existencia.
Sale el sol, una se
levanta y aterriza en el patio delantero y disfruta del pequeño jardincito
herencia de la abuela. Intenta regar y, generalmente, nunca hay agua por estos
lares. Por eso, el día que el preciado líquido aparece, suelto unas pocas, enjutas
y terrosas góticas de agua;… una aprovecha la jugada y rocía agua en forma
indiscriminada.
Me concentré en las flores
tornasoladas de la enredadera, la candidez mística de los helechos, en fin, en
el sutil arrullo de la clorofila cerca de todos los poros de mi piel. Alegremente
abrí la verja, saque la manguera y enjuagué un poco la acera. Con prisa, como
para sosegar el polvo seco y tranca garganta, rocié unos chorruelos hacia el
frente de mi acera, justamente de cara al pontón principal de mi casa, como
exorcizando el camino. Un pequeño riego refrescante…que apenas si humedeció la
calle abrazada del calor madrugador… ¿¡Dios!, para que fue eso?...
Terminé mis movimientos con
la manguera verdolaga, la
enrolle como culebra que busca sueño y llegué a la
cocina a retomar el segundo café de la mañana…Se imaginarán que cuando amaneces
a las cuatro de la madrugada, las siete, son casi medio día. Así pasó algún
tiempo que no recuerdo bien su magnitud hasta que empezó el embrollo.
Tomé la escritura y de ¡pronto!,
algo sentí…como un alarido de hiena. Asomé mi ojo cazador a través del vidrio,
en el cual, yo domino el exterior sin que los otros puedan verme a mí. Lamento
decirles que mi mirada se rozó con psicosis pues era ella la del escandalazo
del callejón.
Psicosis es el alias que
le di al vejestorio hija de la moribunda. Ella, gritaba esquizofrénicamente
porque se percató que yo había tendido con un poco de agua limpia en
 |
Psicosis mirándome por la reja |
el medio
de la calle que está, para lamento mío, frente a la puerta de la suya. La
calva, porque además de fea es pelona, andaba furibunda, como si se le hubiese
metido el propio diablo en el cuerpo, lavando su acera con desespero. Con gran
ira, tomó un tobo con agua y lo lanzó frente a mi portal. En la calle, por
supuesto, de lo contrario Dios sabe cuanta sangre hubiese corrido por las
aceras esta mañana si me lo percute en mi puerta… Parecía una perra brava. Su
madre,
la vieja bruja, chismosa y enredadora…; por culpa de su lengua y chismes mal
sanos, han habido hasta asesinatos en el callejón donde vivo… Les dije que
estas moscas muertas de mis vecinas son maldición gitana…; vomito del diablo…; la
vieja secundaba por la espalda a Psicosis como el espíritu malo que es.
Yo vigilé todo el crítico
terror desde el interior de las ventanas ahumadas de mi casa. Sus gritos
taladraban lo profundo de mi hogar cuando se percató que yo había
baldeado mi
frente. Y es de piedra, señoras y señores… En instantes medité que hacer detrás
de la ventana ¿Qué hacer?...Salgo o me quedo espiandola… Con la rabia
tapiándome la garganta…
Miré el hacha con la que
corto los palos del jardín. Lucia estilizada y hermosa, tímidamente acomodada
tras la puerta, como señorita en espera del amante. Aulló más alaridos que
cortaron el silencio de las nueve de la
mañana…hora en que supuestamente yo no
estoy en casa…La calva es una sirvienta que piensa que mi propiedad vive de día
a merced de su locura en horas de oficina. Típico de la gente pobre y
corriente, con el horario popular en la mente.
Gritaba que unas horrendas
defecaciones habían sido puestas por mi flamante persona en la esquina de su
casa, vivienda que al igual que la mía, linda con la calle principal, donde
pululan todo tipo de transeúntes tira basura, animalitos de la calle y
demandantes de las cochinadas y
porquerías que sus propios inquilinos venden. Ella,
vestía la misma ropa de poliéster pegajoso de siempre, chanclas petroleras…sus
piernas venosas, sus patas calludas…que deprimente espectáculo. Toda ella es
una demoniaca alucinación, así sean la diez de la mañana y se le postre al lado
San Miguel Arcángel en persona.
Yo asida como ventosa tras
mi ventana acariciaba con mi pupila el hacha y el pico con el que, diariamente,
destrozo lo troncos del jardín. Me imaginé tomándolo. Abriría las puertas de mi
casa con tranquilidad y saldría rápido, parándomele justo al lado de la
histérica vecina. Ella,
seguramente, intentaría alejarse o resguardarse en lo
profundo de su casa cuando percibiera mi aura criminal, pero yo estructuraría
la operación bloqueándole la entrada de su puerta desde el principio.
Sin dar tiempo a nada y aprovechando
la sorpresa del momento y el susto, con la adrenalina acelerada, yo, con pétrea
tranquilidad, levantaría el hacha y se la incrustaría
brutalmente en la cabeza a
esa bestia vecinal. ¡Santo Cristo!... Como disfrutaría los chorros de sangre
bañando su feo rostro, el aflojar de su cuerpo, desvaneciéndose en la acera que
ahora, si estaba sucia con la hediondez de su sangre asquerosa. Finalmente, me
daría la vuelta y penetraría el interior de mi residencia. Una vez allí, en la
candidez del hogar seguro, me dirigiría a la cocina, abriría la nevera y me serviría
un dulce y espesito jugo de lechosa madura, un néctar para guerreros
triunfadores. Seguidamente me lavaría las manos para mitigar la pestilencia de
la basura que estuvo cerca de mí y, finalmente, correría al despacho a escribir
estas rayuelas sin sentido. Cuanta frustración por el anhelo no
cumplido….Psicosis…, al parecer, terminó su manicomio matutino.
Al mediodía ya mi ira
corría libre por mis venas…Psicosis amenazó mañaneramente con halarme por las
mechas…matarme…Claro tiene rencor de mi frondosa melena…no es para menos…la
envidia de una calva fea…un desperfecto de la naturaleza.
Ella rivaliza hasta
con las iguanas, las culebras…, todas éstas son bellas en su especie…pero a
ella sólo le queda el suicidio…quizás ayudo a la muy cobarde para que no sufra
más con tanta indigna horripilancia… A lo mejor un día de éstos le hago la
caridad y terminó clavándole el pico de mi hacha en la cabeza…
Espero con anhelo
ese día, lectores míos…lo espero de verdad