domingo, 22 de marzo de 2015

Presos políticos de Aragua y la protesta de Fifi #GuasareHistory #Relatos

Presos políticos de Aragua

y la protesta de Fifi


Mariana entró escandalizada por el encadenamiento de las colas alrededor de todas las plazas y expendidos de alimentos en Aragua. Llegó hecha un diablo, despotricando del gobierno, la economía y de la vida misma. Gritó y hasta las chicharas que la acompañan siempre, se desvanecieron. Más atrás, arribó el primo Lautaro enfurecido, quitándose la franela. Alegó que estaba obstinado del toque de
queda, que lo atrancaran a cualquier hora en el centro de Turmero. Que ni de día, ni de noche se podía caminar por el pueblo. Que estaba sin trabajo porque ¿quién contrataría a un saxofonista, si todos los negocios nocturnos donde tocaban jazz en Aragua fueron cerrados por la crisis?. De un portazo se trancó en su habitación. Beatriche (alias Frescolita fue la última en arribar), sin su usual sonrisa, lanzó su morral escarchado y llorando dijo que ya no habían Scout pues los parques eran inseguros en Aragua y no se podían hacer las reuniones. Con la misma se sentó en la mesa para su almuerzo.

Sin pestañear, ni cruzar palabra, la abuela dio el último sorbo a la sopa de pollo y salió al patio. Nada del otro mundo, si no hubiese sido por que desalojó unas matas que tapiaban una suerte de celdas grandes, donde hace años el abuelo Jaime Rugencio Mariño guardaba sus bellos perros de raza, Gran Danés. Unos animales de concurso. Eran unas cajas grandes, con rejas gruesas y pisos adoquinados de 1,70 x 2 metros. La Nana Kymbisa se asomó por la ventana de la cocina y abrió los ojos hasta donde no pudo más. Yo pensé que algo malo venia, tal como ocurrió y me quedé tranquilita en la silla de la cocina. De pronto, entraron los pranes de mi abuela, como les dice Doña Susa, la hija menor de mi ama Catalina. Tomaron a Frescolita por los hombros, la arrastraron por el suelo y la metieron en una caja. El escandalo
Así quedaron Frescolita y Mariana
fue infernal y con éste salimos todos. Yo me quede paradita detrás de la mata de Topocho por si acaso no me apresen a mí también, lista para salir corriendo. Luego, jamaquearon a Mariana y casi golpeándola la metieron en la otra caja. Cuando se paró de frente a la abuela detrás de las rejas la miró con una indiferencia infernal, sin rabia, ni angustia. Mariana se había convertido en piedra. Todos gritaron y patearon. La Nana Kymbisa estaba estupefacta al punto que se la cayó el tabaco encendido de la boca.

Finalmente llegó el chofer, con el barrendero de afuera y haciendo fuerza entre los cuatro lograron encadenar a Lautaro Vudú y encerarlo en la última caja de perro. La familia no podía creer semejante atropello y locura de la abuela. En verdad era la jefa, pero había llegado demasiado lejos. Entones, la abuela parada frente a los barrotes, profirió un discurso en alta voz alegando que se había visto en la obligación de tomar tales medidas pues había observado una conducta perniciosa de conspiradores, habladores, agitadores y hasta ¿Quizás? Oyó hablar de repartideras de herencia, lo cual apuntaba a una amenaza de asesinato contra ella. Me senté y apoye mi pelaje contra el tronco. Esta vieja enloqueció, pensé yo.

Llegó Don Rodolfo con una cámara, pues la familia le había dado el pitazo y él iba a criticar a la abuela en su propio periódico. Ésta, lo insultó y le dijo que el próximo sería él, si seguía fiscalizando al gobierno por la prensa. Se armó la sampablera. Ella dijo que si alguien sacaba a “esos tres” de las cajas, llamaria a sus amigos y los correría a todos. La Nana Kymbisa se desprendió de sus collares de Santería guardándolos cuidadosamente en el bolsillo, sacó un paño negro donde guardaba su collar de huesos de muerto (la Nana era también practicante del Cristo del Buen Viaje que era la Palería Cubana) se sentó en el suelo, entró en trance, volteó los ojos para atrás y así se quedó.
Las ánimas de la Nana Kymbisa
Frescolita le gritó a la abuela que si la Nana se moría ella nunca se lo perdonaría. La abuela respondió que la Nana hacía tiempo que estaba muerta y que eso sólo lo hacía por llevarle la contraria a ella. Que la Nana era de ella y que ya se las arreglaría cuando le diera la gana de levantarse. Así comenzó el lento peregrinar del tic tac.

La noticia corrió por Aragua, luego por Venezuela. La casa se llenó de todo tipo de gente, salieron personas de todos lados. Hasta CNN
La gente de CNN en español esperando
 para trasmitir en Vivo desde Aragua
llegó con unos científicos cuando se enteraron que la doctora Mariana estaba presa. Fue entonces que la abuela trancó el solar y los incomunicó. Preso es preso, aquí no habrá declaradera y menos a ese canal pitiyanqui. Pasaron varias horas y la presión fue terrible. El pueblo de Aragua al enterarse de lo sucedido se movilizó en pleno. El escandalo era de marca mayor. Amenazaron con tumbar la puerta de la vieja casona y liberar a los rehenes. Entonces, llegaron las fuerzas del orden público ante la presunta revuelta. La abuela salió para que le echaran gas del bueno. La gente se paró en guerra. Viendo lo que
venía, las autoridades convencieron a la abuela que liberara a sus familiares, que si sostenía su conducta, la presa podía ser ella. Eso la enloqueció más. Sacó una escopeta y amenazó al público si no se marchaban. Entonces, Don Rodolfo, le quitó el arma y junto con el tío Moises del Castaño la convencieron de su equivocación. Finalmente, la abuela dimitió y sacaron a los presos que salieron a la calle a saludar a la gente. Cuando la montonera se alejó y toda la familia regresó a la casa algo muy grande se había roto. La Nana dijo que se recostaría un rato. Lautaro buscó el morral y se fue de la casona. Frescolita se albergó en casa de la Puma de Turmero, su vecina. 



En la noche la abuela convocó para hacer el Rosario y sólo llegó Mariana, vestida de negro. Parecía una virgen con su alto moño cobrizo. Miró a la abuela y comenzó el rezo sin decir más nada. Creo que mi dueña se extralimitó en sus actos. Por mi parte me acostaré en su cama, pero no en la almohada de la cabecera como siempre, sino por la parte de abajo, como una forma de protesta ante su tiranía familiar. El que ella sea mi ama, no me cercena mi derecho a la protesta. ¡Buenas Noches, he dicho! Aunque yo sea Fifi, la perrita de la abuela.




















La Nana Kymbisa cuando soltaron a los muchachos