martes, 3 de febrero de 2015

El tazajeador de la Fragata XXI La Playa de las Lamentaciones en Puerto Cabello... Un loco que aún anda suelto SOS

El tazajeador de la Fragata XXI

La Playa de las Lamentaciones en Puerto Cabello


Los alaridos comenzaban a escucharse diariamente a las cuatro de la mañana, en el mismo momento que los peñeros y las gondolitas de madera rústica de los pescadores de Puerto Cabello se hacían a la mar para extraer la zafra escamosa del día. Yo la escucho y recuerdo al flacucho “Perro de Pueblo” (así lo llamó siempre la tropa que lo rodeó), jadeando y lleno de un polvo amarillento que le segaba la respiración. Así le decían en la tropa al capitán de fragata
Perro e pueblo
Erlikia Villa, alias el tazajeador de la XXI. Ésta, fue su única oportunidad de ser ascendido. La XXI era una fragata patrullera y se hacía a la mar con frecuencia. El único sueño de Villa era recibir las lisonjas de la concurrencia el día que las caponas de contralmirante se sumergieran sobre sus hombros caídos, pero ésto nunca ocurrió.

Siempre tuvo problemas con su persona. Era un dientón, con cara de camello y una pequeña joroba que perjudicó su desgarbada estampa frente al alto mando de la Armada Nacional. Si no hubiese
sido por su habilidad para cantar en inglés, manejar las teclas de la computadora y, fundamentalmente, adular a sus superiores, nunca hubiese superado el primer año de cadete. Pero Villita, como lo apodaron sus amiguitos de adulación, era un hombre empecinado en lograr las mieles del poder militar. Su
La mujer de Villa
carrera transcurrió en el anonimato a no ser por sus constantes intentos de pronosticar el futuro de la organización militar y de sus subalternos a través de la astrología. Se creía un predestinado en este campo. Al conocer a una persona preguntaba el nombre  y el signo y luego comenzaba su explicación zodiacal. Todos se burlaban a escondidas de él, tanto la tropa, como sus superiores, pero siendo un tonto útil lo dejaban en paz. Se casó con una vecina sirvienta en su barrio de Antimano y nunca engendró hijos propios, porque los
que ella pario, eran de otros. Villa quedó impotente por las paperas de la infancia y el médico se lo recalcó varias veces. Sin embargo, él se hizo de la vista gorda porque familia sin hijos no era propia para un oficial de alto rango, como su mente planificó.



Con el tiempo sus encuentros computacionales lo asignaron a la Unidad de Telemática de la Armada donde cobijó su locura. Las redes, los bits y la presunta guerra marina con los programas y sistemas eran su orgullo. En verdad allí no había ninguna tecnología de guerra más que la que utilizaba una secretaria rasa en un ministerio cualquiera. Hasta el día que un oficial, Mauricio
Torondoy, hijo de italianos lo puso en su sitio y organizó la oficina. Torodoy era un verdadera ingeniero, sabia de tecnología y emprendió un mejor control. Encontró que los inventarios estaban fallos y que muchas de las máquinas que salían a reparación no regresaban a la oficina. Torondoy levantó un pormenorizado informe y Erlikia Villa fue confinado a Puerto Cabello, en el Estado Carabobo, sobre la fragata XXI, de donde no bajaría nunca más.

La fragata XXI puso a prueba su cordura, pues siendo un oficial sin más habilidad que teclear las computadoras para juegos poco pudo aportan dentro de ella más que convertirse en el hazme reír de toda
la tripulación. Se cristianizó como el astrólogo del barco y llegó a intentar cobrar por sus servicios. Cuando el capitán lo reprendió ferozmente y lo insultó en público, mandándolo dos semanas al calabozo, sus pensamientos se trastocaron. Al salir del encierro se le vio taciturno y cortó la comunicación con los demás miembros minimizándola a lo imprescindible. En la noche se sentaba en la cubierta afilando unas barras de metal que pronto se convirtieron en varios cuchillos. Durante semanas su conducta fue la misma en el silencio del amolador.


El amanecer del 4 de Febrero los gritos de altamar rodearon la costa cuando la alférez Dalia de Jesus fue hacer limpieza en el camarote del Capitán. Éste fue hallado sobre el somiel de su cama completamente descuartizado. Los pedazos estaban envueltos en mecatillo.  Se dio la alerta general y Villa no se le encontraba por todo el barco. Comenzaron las pesquisas y fueron hallados diez cadáveres más, completamente descuartizados guardados en latas, tanques, y hasta hubo uno que fue encontrado en el carapacho de una computadora. Ese día fue un desastre y las fuerzas especiales de la Armada comparecieron.



Cuando el equipo táctico llegó a cubierta se encontraron con una verdadera escena de guerra. Todos, a excepción de Villita estaban muertos. El hombre apilaba los pedazos de carne sobre tablas y los tazajeaba como bistec. Al intentar atraparlo, Villa lleno de sangre y vuelto una bestia carnicera recibió un tiro en la frente que percutió por los siete mares. La armada limpió los rastros del asesinato y tiempo
después la fragata XXI volvió a la mar. Desde entonces, en las madrugadas, se escucha en la costa gritos y lamentaciones. 




También dicen que en la calle real de Antimano, de donde era oriundo el capitán Villita, una fantasmagórica figura de un marino enterrado bajo una red mojada aparece gritando y asustando a la gente que visita la iglesia. Cuentan que la mujer de Villita se mudó con el oficial Torondoy pues su marido la ofreció en prenda para que le dieran el ascenso y dicho oficial aceptó gustoso. Ésta es la historia de los alaridos mañaneros que rompen el silencio de la costa en la bahía
de Puerto Cabello. Aquí mismo, cerca de la Playa de las Lamentaciones.



























El comando que extermino a Erlikia Villa, el asesino de la fragata XXI