¿Consanguíneo o afín?
Una
sociedad rica es sinónimo de educación, buen trato y cortesía; las anteriores
son síntomas de lo mismo: ética. La falta de ella delata un gran deterioro
social que se muestra en inseguridad, guerra, baja productividad, desorganización
empresarial, caos, deterioro ambiental, dependencia tecnológica, insalubridad,
entre muchos otros males mayúsculos subsidiarios con la pobreza de naciones y
gente.
Pero hay un dato más allá, enraizado en la raigambre del tejido social
venezolano, que con harta sapiencia fue
diagnosticado por el odontólogo de profesión y filósofo por antonomasia, el
Doctor Rafael Castillo, que desde el cenáculo de su consultorio, me explicó los
derroteros y entramados éticos derivados de la consanguinidad y la afinidad.
Amar
a los hijos no requiere de mayores esfuerzos éticos, pues la familia une y
llama a través de gen y costumbre. Es la alianza de la sangre común que
promueve la organización
familiar. Sin embargo, la sangre llama, tiene un poder
pero hay estímulos y alianzas que superan el código genético y forman el macro
tejido complejo que dan pie a las sociedades.
A
este sumun imperceptible, pero profundamente poderoso, el doctor Castillo lo denominó
la afinidad. La palabra afinidad viene del latín adfinitas, adfinitatis, que es
la cualidad del adjetivo adfinis, compuesto de ad+finis (límite, frontera). Así
el afín es en principio el que está próximo al límite de otro, el vecino, el
semejante.
Su
contenido trasciende la esfera familiar, personal, familiar, local y lo sitúa
en la infinita multidimensionalidad de factores que permiten el encuentro
humano. Desde lo profundamente sensible y emotivo hasta los lazos cívicos que
nos impulsan a lo transnacional; por ejemplo, somos afines con tribus arcaicas
de Guayana y con sofisticadas computadoras japonesas, al mismo tiempo.
Luego
con resignación, y cierto dejo de melancolía, continuó su disertación
filosófica. “En Venezuela la siembra de
infinitos odios ha sido una estrategia
bien pensada: políticos, raciales, económicos, intelectuales, de clase,
religión, etc. Todos cuanto separen y hagan ruptura entre la afinidad de los
venezolanos han sido mortal y deliberadamente esparcidos por años, ha sido una
estrategia muy reforzada sostenida como fórmula de control del poder nacional e
internacional. María, los venezolanos hemos perdido nuestra afinidad y eso nos está
llevando a la destrucción total-, concluyó el Doctor Castillo con decepción y tristeza ahogándole la garganta.
No
pude agregar nada a su disertación pues sus garras de acero aniquilaban
sanitariamente la caverna de mi boca, pero reflexioné que esa afinidad entre
venezolanos abre el camino hacia la cooperación y hacia la organización social,
fundamentos esenciales para el crecimiento económico y el desarrollo endógeno e
integral de los pueblos. Sin afinidad no son posibles sueños comunes, visión
compartida, ni trabajo en equipo. No es posible el bienestar que es el bien
común.
La
siembra de odio inyectada en las venas del tejido comunitario venezolano, ha traído
beneficio a unos pocos nacionales y extranjeros a costa de la destrucción y la
debilidad nacional. La mejor arma contra los imperios, que quieren someternos
desde lo emocional, hasta lo militar, es alcanzar por nuestras propias acciones nuestro desarrollo.
Reflexioné sobre estas cosas,
me deshice de la sangre en la
boca y corrí para terminar éste artículo por la
afinidad que siento con todos mis compatriotas venezolanos. Saber aceptar la diferencia, con verdadero respeto, es un gran síntoma de inteligencia colectiva y de ética para la buena vida. Todos lo necesitamos en Venezuela