ÉTICA
De
un encuentro entre la razón y la ética
Para los griegos la palabra logos significa descubrir los límites del Mundo. “La filosofía ateniense se constituyó sobre la base de aceptar la naturaleza como algo dado, como algo que era así y no podía ser de otra manera. El sustento del concepto fundamental del sistema platónico-Aristotélico: “el ser, lo que es de una manera y no puede ser de otra”. Esta es la antigua noción de que la naturaleza es inmutable,
inalterable y en ella no existe el cambio. La noción del logos tan sólo se basa en un “mirar” lo que ya esta dado en la naturaleza.
El logos responde a tres
principios básicos: a. Identidad, b. No contradicción, c. Tercero Excluido.
Razonar es por tanto un acto humano, un proceso. En su génesis supone la
asunción de premisas las cuales deberán cumplir con lo principios antes
señalados. “Las premisas son constataciones empíricas de las cuales podemos
perfectamente dudar”.
La noción de que la verificabilidad empírica permite la obtención de premisas “verdaderas” es una ilusión, pues en la empiría no hay identidad, no contradicción, ni tampoco tercero excluido; en el mundo empírico la totalidad se manifiesta como caos, cambio, diversidad y absoluta especificidad, pues cada cosa que los humanos pretendamos “mirar” y me refiero a la observación científica en el mundo empírico se verá obligado a detenerlo, aquietarlo y a robarle la dimensión temporal para poderlo aprehender con detenimiento.
Así, los elementos en el mundo empírico tan sólo se igualan a sí mismos por un tiempo infinitamente mínimo, tanto que cada instante en la empiría se modifica inagotablemente como el fluir de un río. Esta es la noción del devenir: lo que permanentemente esta fluyendo, planteada por Heráclito. “El núcleo estrictamente lógico de un razonamiento reside en la forma especifica de relacionarse que nosotros le establecemos a dichas premisas, más que la definición rigurosa que le hacemos a cada una de ellas”.
La noción de que la verificabilidad empírica permite la obtención de premisas “verdaderas” es una ilusión, pues en la empiría no hay identidad, no contradicción, ni tampoco tercero excluido; en el mundo empírico la totalidad se manifiesta como caos, cambio, diversidad y absoluta especificidad, pues cada cosa que los humanos pretendamos “mirar” y me refiero a la observación científica en el mundo empírico se verá obligado a detenerlo, aquietarlo y a robarle la dimensión temporal para poderlo aprehender con detenimiento.
Así, los elementos en el mundo empírico tan sólo se igualan a sí mismos por un tiempo infinitamente mínimo, tanto que cada instante en la empiría se modifica inagotablemente como el fluir de un río. Esta es la noción del devenir: lo que permanentemente esta fluyendo, planteada por Heráclito. “El núcleo estrictamente lógico de un razonamiento reside en la forma especifica de relacionarse que nosotros le establecemos a dichas premisas, más que la definición rigurosa que le hacemos a cada una de ellas”.
De esta manera y para el proceso de la razón,
hasta que las premisas sean validadas hasta un nuevo aviso, en tanto que el
mismo logos les otorgue otra connotación diferente a la anterior, obtendremos
una verdad científica, una verdad
deducida de la razón. Las proposiciones lógicas se identifican
fácilmente porque son de una manera y no pueden ser de otra.
Lo verdaderamente lógico no se
encuentra en la veracidad o no de las premisas
constitutivas, sino en su
estructura misma, en el tipo de relaciones que se establecerán entre dichas premisas, en su encadenamiento
irrebatible en forma de cascada.
El centro del razonamiento está en la forma específica en que se relacionan las premisas una vez que las misma son consideradas verdaderas (más bien acordadas entre los que participan en el proceso, he aquí el ámbito de socialización de la razón originario de
obtenida del acto lógico, por tanto, no es imperativamente la expresión máxima de la razón, tan sólo es su resultado más acabado; es incontrovertible e irrebatible. Nadie puede “discutir” con la razón ni a partir de ella pues ésta no permite abordar caminos alternos.Las cosas son de una única manera y no pueden ser de otra. Por tanto, la conclusión lógica no permite opiniones, pareceres o puntos de vista divergentes. La razón es analítica, instrumental y deductiva.
Así, el proceso de razonar se convierte en un
círculo, en una tautología infinita donde premisas y conclusión se hacen
irrebatibles, al tiempo que han venido creando un mundo a lo largo de dos mil
quinientos años en la historia de Occidente, en el cual se ha cercenado la
posibilidad de pensar más allá de los muros de la razón.
Por tanto, nada hay de elección en la razón más
allá de las premisas que le dan origen al proceso, pues si la razón es un acto
de deducción, entonces ¿qué es una decisión?; ¿Será, entonces, lo mismo deducir
y elegir?, ¿La libertad de elección es una deducción?, ¿Todos los actos a los
que se enfrenta el humano, - en el mundo real, digo - estarán enmarcados en el
ámbito de la deducción?, ¿Cómo se construye la noción de la realidad en la
mente humana, o más bien en cada mente humana, si suponemos que no son todas
iguales?, ¿Pensar es igual a deducir y no hay más posibilidades que las que
otorga el proceso mismo?, ¿Será entonces la ciencia tan solo la posibilidad de
universalizar el proceso de razonar y todos los demás conocimientos serán tan solo hijos y nietos del mismo espejismo?.
Hay que seguir interrogando a la razón.
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