domingo, 20 de julio de 2014

La Inca de Santiago Mariño Una historia verdadera

 La Inca de Santiago Mariño
Una historia verdadera
    


El tiempo sagrado es cíclico y circular y por ello los dioses mantienen vida en la tierra y en el cielo, a pesar de la caducidad de la carne humana. Su existencia se produce y reproduce eternamente y comparece sobre el clan de los terrícolas, a cada paso lerdo de la vida humana. El Inca, monarca Peruano e hijo del sol, era una divinidad mortal y representaba el máximo poder político y religioso a la vez. El astro rey era su alimento y savia perenne  para esta suerte de humano-divino que deambuló por los Andes durante el siglo XV.


Asimismo, en el imperio que Don Luis Viana instauró en Aragua, cuando arribó a Santiago Mariño, viudo y con sus siete vástagos, este hombre de origen Mirando decidió no rendirse ante los avatares y malas pasadas del destino y encumbrarse
hasta su último día, un fatídico 21 de Julio del año 2012, construyendo con su trabajo tesonero, dignidad y su maternidad en el cuido de sus hijos, la leyenda que lo renace todos los días en la llamada “esquina del oso”, pues su hija, Isnerda Viana, apodada “La Nena”, hace de su recuerdo un paragua ante los inclementes rayos del sol que desde muy temprano arañan su cuerpo. 


Esta mujer que se alza como el recuerdo del Inca en Machupichu, se asoma todos los días a laborar desde las tres y media de la madrugada para con alegría, energía y positivismo ofrecerle al pueblo de Turmero las noticias, algunas revistas del momento y agradar a su amplia clientela con su bien intencionado cafecito dulce, caracterizado por su aroma intenso y una luminosa tradición de familia.

Don Luis Viana trabajó como maestro de obra a lo largo de su vida, pero cuando su cuerpo comenzó a mostrar los embates de la edad, su yerno, Cisi Argenis Rojas, locutor, amante de la salsa, admirador de Oscar de León y trabajador del sector transporte, también conocido como el “popular Clarens”; lo apoyó para que se encargase de un pequeño negocio de venta de periódico, de acuerdo a
una plaza vacante ubicada en el centro del pueblo de Turmero. Entonces, en la esquina que se abre entre las calles Urdaneta y Petión Don Viana y su hija la Nena,  iniciaron un tímido negocio y  nunca imaginaron que ella se trasmutaría como divinidad al finalmente convertirse en una suerte de Inca, hija del sol, del Estado Aragua.

Allí comenzó el final de la leyenda del Señor Viana y el inicio de la historia de “la Nena”. De esta forma, todos los días a escondidas y a pesar que la hermana mayor opinaba que su padre no estaba en edad para esos trasnochos laborales, argumentando que Don Viana debía ser mantenido por sus hijos, este hombre de brega, apostó al trabajo duro y a mantener su condición de jefe y  proveedor del

hogar, con la entereza del que no renuncia por edad al auto sustento hasta el final de su viaje. Él, siempre mostró la raigambre y el poder ético de ganarse la vida decorosamente con el fruto de sus propias manos. Este hombre vivaracho y parrandero nació un 21 de Julio de 1936 y desde niño logró imponerse con una personalidad fuerte y alegre, inculcándoles sendos valores a sus descendientes y preparándolos para una vida austera y de familia.

Conversar con la “Nena Viana” es como recibir un curso intensivo de desarrollo, en medio de la compra-venta matutina de la prensa, pues hay saludos y abrazos de los clientes y amigos que la estiman, la consienten y cuidan. Así, estoica, bajo los furiosos rayos del sol, ella recrea la gesta de su padre diariamente, como si el tiempo humano renaciera a cada nueva salida del sol. Aunado a lo sagrado, lo
profano comparece cada vez que los borrachos se desmayan a su vera, con la esperanza de despertarse y seguir la vida, en medio del inmenso calor que a las diez y media de la mañana se desgrana desde el cielo, muy cerca de la plaza de Turmero.

Esta mujer de mirada pueril, sensible, dulce y fuerte como un Samán, esconde su feminidad acobijándose en una gorra de pelotero que usa diariamente como corona para soportar las largas horas de insolación mañanera. Al verla allí, erguida y con los ojos llenos de lágrimas, narrándome la gesta de su padre, parada ante el fantasma guardián que reencarna su existencia en cada sonrisa, en la cuenta monolítica del vuelto, las presentaciones que acompañan a los opináticos lectores que le parlotean las noticias, escuchan radio, miran a las turmereñas buenas mozas o simplemente, esperan que se abran las puertas del banco; voló hasta mi mente el recuerdo del potente Machupichu de los Andes, con sus escarpados y grisáceos caminos, rodeados de flores y hojas de coca por todas partes.

Me imaginé a La Nena parada encima de la gran piedra imperial Incaica, con un sol de oro en el pecho y un brillante penacho de plumas multicolores, atadas con cadenas de oro. Con su corona alada y resplandeciente supuse que se conectaba con todos los ancestros reales y que éstos,
Tierra de los Incas
en su encuentro se mantenían narrándole historias infantiles de su padre y mostrándole los derroteros del cielo por donde las hijas buenas reencuentran el amor de su madre. El sol generoso, le bañaba el rostro, llenándola de sabiduría, riqueza y amor.




De pronto! Regresé desde el ombligo del mundo andino y el corneteo agudo de la parada del Oso, aunado a un calor infernal, me recordó mi ubicación mariñense. La Nena narró su vida. Me contó que además de ama de casa, madre, hija y esposa, ha incursionado en trabajos ejecutivos y con una letra de alta prestancia, desmoronó sobre mi cuaderno el cúmulo de labores que a lo largo de su camino ha realizado para mantener a su familia, incluso!, hasta
es la líder del equipo de béisbol de sus hijos, ya que, por encima de todo, la vida le otorgó la bendición de la maternidad y esto forma parte de su alta corona.  Luego, filosofó sobre la epistemología del mundo, la feminidad, la moda, el amor de pareja y con los ojos bañados de lágrimas y el corazón compungido por la pérdida de Don Viana me explicó que su trabajo en esa esquina rememoraba a su padre, quien la formó correctamente para ser independiente y libre.






Hoy la Nena Viana es una realizada mujer feliz, con sus fantasmas acuestas, su alta moral, una familia esplendida y el legado comercial de su padre, el cual, recrea diariamente bajo el inclemente sol de Turmero. ¿Quizás algún Inca de los Andes haya reencarnado en ella? No lo sé, pero si rastros de lejana realeza se alzan por los alrededores del centro de Turmero   están patentes en la familia de la Nena Viana: Nuestra querida INCA de Santiago Mariño.



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