EL PORTAL DE TEJERIAS
Ríspero Mogollón López se
graduó de ingeniero mecánico en la ilustrísima Universidad Central de Venezuela,
en la ciudad de Caracas, contrajo nupcias con una despampanante rubia que le
fue infiel con su mejor amigo y de tanto alcohol y juerga por el despecho
terminó boquiabierto un lunes en la bahía de Cata, en el estado Aragua. Obnubilado
por el sol de las once y la resaca perene, quedó impresionado ante las curvas y
tongoneos de la mulata Rita Alcone González, una mestiza de grandes ojos verdes
que ayudaba a su familia con la venta playera los fines de semana y trabajaba
en la gobernación como contable, el resto de la semana. Se enamoraron
perdidamente se casaron y engendraron tres muchachos sólo en cuatro años. Así
comenzó su verdadera responsabilidad.
El cambio fue endógeno cuando
realizó el juramento: -Seré
fiel hasta el día que me muera. Mi cuerpito no da más, así como mi bolsillo-. Rispero, el ingeniero,
era experto en las cuentas y en
su prospectiva sabía bien que los gastos
crecían exponencialmente respecto al placer y los divorcios; por ello se juró- No pasó más por el jaleo
del divorcio, me casé con esta loca y allí me quedaré-, confesó en su nueva oficina. La
crisis y el desabastecimiento lo arrastraron a vender artículos para la
sexualidad. La maleta de su carro era un antro de perdición y placer:
consoladores, cremas, juguetes y disfraces para el disfrute sexual era su stock
de mercancía. Él era un arsenal de sexo ambulante y sus clientes asemejabanse al
último eslabón del infierno.
Pero la tarde del último día
de quincena, mientras contemplaba el atardecer aragüeño rumbo a Caracas un
caucho explotó en plena autopista de la Regional del Centro. El accidente lo
obligó a detenerse en la zanja del camino, justo en un claro que aperturaba el paso
hacia Tejerías. Lopecito, seudónimo que le inventó su mamá, se bajó cauteloso
mirando en círculos, abrió la cajuela, sacó el triángulo de seguridad y lo
colocó varios
metros a la derecha para avisar de su presencia. La tarde cálida
lo tranquilizó a pesar del miedo que causaba quedarse sólo en medio de la
peligrosa autopista pues miles de asaltos y asesinatos eran ampliamente
conocidos por aquellos lares. De la nada una mujer alta, asfálticamente vestida
lo saludó.
Al principio él se asustó un
poco, pero luego, la inconmensurable belleza de la visitante, su exótica
vestimenta de fiesta y sus grandes ojos crepusculares lo hicieron olvidar su
condición de accidentado viajero. En el furor de la conversación paró un carro
y al instante ella le comentó al inquieto Lopecito: -Quédese donde está. Estos hombres
son asesinos y ladrones. Yo me encargo-;
y con la misma se acercó hasta ellos. Parecía que flotaba sobre la hierba y
luego al tocar el asfalto una niebla pesada explotaba desde sus pies. El
ingeniero calculó que sus visiones eran por el miedo.
Cuatro hombres con pistolas y
cuchillos en las manos se movieron hasta ella; pero de pronto, quedaron
paralizados y de un solo brinco huyeron corriendo y gritando como si hubiesen
visto al mismísimo diablo. El ingeniero dominó únicamente la espalda de la
mujer quien de inmediato giro hacia él con su risa aterciopelada incrustada en
su faz de luna llena. -Estarían
drogados o borrachos. Hay muchos de esos locos por este camino amigo. No se
preocupe más que yo me encargue ya de ellos-;
y finalizó la conversación invitándolo a tomar agua en su casa. Él, pensó que
se trataba del pueblo de Tejería, pero ella le indicó con la mano.
Increíblemente para Lopecito, en medio de la isla que abre el paso al camino
que conduce a los Teques y Tejerías, una hermosa casita de campo se dibujó y a
pesar del asombroso hallazgo, el ingeniero se
acercó y una puerta semejante a
una piedra se abrió a su paso. La casa era modesta pero limpia, se sentaron
frente a frente y ella le acercó un vaso que contenía un vino raro, rojo y
dulce como sangre de toro. Nunca supo cuántas horas conversaron de lo humano y
lo divino, pero el punto fue que Lopecito olvidó por completo la entrega de mercancía,
el carro y a su familia. .jpg)
Rispero abrió los ojos y un
centenar de hombres vestidos de azul lo rodeaban, lo ayudaron a incorporarse preguntándole
cómo se sentía. El ingeniero estaba bien y así lo hizo saber. Su impresión se
desató después, al constatar que hacia quince días que estaba desaparecido, su
familia rescató el carro de un estacionamiento policial con toda la mercancía y
en perfecto estado. También supo que cuatro delincuentes armados habían
muerto
en un choque el mismo día de su desaparición en el tramo Tejerías-Caracas, en
la Autopista Regional del Centro. Nunca creyeron la versión de Rispero Mogollón
acerca de su extraña amiga, pues en el lugar que el hombre señalaba como la casa
de la extraña mujer sólo había un tronco viejo y seco.
Algunos cuentan que un diablo
con cuerpo de mujer a veces sale a través de un portal espiritual incrustado en
Tejerías y deambula por la trinchera de la autopista Regional del Centro. Otros
dicen que se trata de un ánima que se quitó la vida al encontrar en su cuarto a
su esposo con su mejor amiga y su espíritu atribulado quiere el perdón después de
asesinar a su esposo y a la amante traidora. Lo cierto es que Ríspero Mogollón,
alias Lopecito, cumplió su juramento de fidelidad y gracias a ello el monstruo
de Tejerías le perdonó la vida, como también su esposa Doña Rita Alcones le
dejó regresar a la casa
cuando en un sueño, un diablo rojo con negro, le narro
la historia oscura del portal de Tejerías. Otros portales aún más tenebrosos se
ocultan en el Estado Aragua esperando a los traidores e infieles para torturarlos para siempre. A
lo mejor esperan por ti.
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