viernes, 22 de agosto de 2014

EL Camino de los Enanos #Cuento para #Menores El camino está aquí

EL Camino de los Enanos

 Cuento Infantil

Todas las noches la anciana bruja de cabellos de oro y ojos bellos, sollozaba la tragedia de lo sucedido en su jardín: un grupo de jóvenes endiablados había cortado las flores para  venderlas en el mercado y comprar trajes nuevos para asistir a la fiesta de la plaza del pueblo.

La vieja mujer, en su indignación por lo
sucedido con su jardín, conjuró a los ladrones y los convirtió a todos, en horribles ranas llenos de escamas y pelos. Y tanto fue el sollozo y la tristeza de la bruja por las
flores, que tres hermosos enanos que siempre estaban escondidos en el campo, al escuchar la tristeza de la anciana, decidieron ayudarla. Por eso, Fifina, la más
joven de las enanas salió brincado desde las piedras y le contó a la vieja bruja su plan de reconstrucción con las flores. La mujer, conmovida por el buen corazón de los enanos les explicó, que a raíz de lo
sucedido había realizado un maleficio en el jardín, para que, cualquiera que  lo pisase durante el día quedase atrapado en él para siempre. 


Pero los otros dos enanos, Manuel y Susana, salieron corriendo a narrarle a la anciana lo dispuestos que estaban por recuperar el hermoso jardín durante la
noche. Fifina, la enana llorona, por fin, se puso a reír  al ver el esfuerzo de los enanos mayores, y muy conmovida, la bruja otorgó el permiso para realizar el trabajo, recordándolas:

- Antes de salir el sol deberán retirarse del jardín porque de no hacerlo como les advierto, quedaran atrapados para siempre. El maleficio no los perdonará -.

Inmediatamente comenzaron el trabajo. Julio, el enano reilón se pasó toda
la noche escarbando la tierra y podando las matas mientras reía y se carcajeaba por los cuentos e historietas que le susurraban las flores y las plantas. La enana llorona se sentó en la puerta a pulir las piedras del jardín con las lagrimas que derramaba,
cada vez que Julio, el enanito menor, conseguía un bichito en los huequitos que habría con los dedos gordos de sus manos alegres y Susanita, la enanita de las flores, sembraba las semillas y las soplaba con
un agua mágica que desde siempre había guardado en una botellita de cristal que, celosamente, cargaba atada al cuello.



Toda la noche Fifina, Julio y Susana
cantaron, sembraron y rieron restaurando el jardín. Pero minutos antes del amanecer, cuando todos los arreglos estuvieron listos, los enanos se quedaron extasiados contemplando el murmullo de las flores que conversaban felices y agradecidas
por el trabajo. Miles de colores y aromas rociados por la aurora engalanaron el jardín y el brillo del polen y los finos pistilos comenzaron a abanicar  a los pájaros. 


Tan extasiados estaban los enanos con
lo bello del jardín que, contemplándolo, Julio comenzó a reír desaforadamente, Fifina empezó a llorar amargamente y Susanita se puso a regar sin cesar las flores con el agua de su botellita mágica, mientras el sol, en su teatral cruzada les iluminó el rostro convirtiéndolos súbitamente en estatuillas de piedra.
Desde entonces, todos los habitantes del pueblo recorren el floreado jardín donde tres enanos de piedra: el reilón, la llorona y la jardinera; adornan el exquisito camino donde yacen con cara de placidez los  tres enanos.









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