viernes, 31 de julio de 2015

Bola de Cebo y el terror de Cabudare #Lara



Bola de Cebo y el terror de Cabudare






Nunca se supo en el Estado Lara cómo pasó, lo cierto fue que el asfalto de las calles y los troncos de los árboles se pintaron de sangre y grasa humana. Muchas versiones han corrido acerca de la Bola de Cebo de Cabudare. Que si fue el marido de la amante o sus hermanas al descubrir que las robaba diariamente, después que le dieron albergue en su negocio. Lo cierto fue que Pedro Pastor Arrecí desapareció la misma noche que la hediondez infinita tomó a Cabudare. Pedazos de piel descolgaban de los árboles como serpentinas. Jamás se conoció su paradero.


El gordo Pastor era el menor de una pobretona y numerosa familia con ínfulas de realeza criolla. Venidos a menos cuando el último de sus antepasados extranjeros tocó el infierno, sólo supieron acomodarse a la dote de las hijas hincándole el colmillo de la avaricia a un viejo y decrepito abogado, con dinero mal habido robado por una de las gordas del clan de los Arrecí. Bola de Cebo, como lo terminaron apodando en el liceo, era el menor del clan, un niño blanco y bobo, que sólo luchaba por rescatar su grasienta merienda de las garras de otros estudiantes. 

Un día se les mudaron de vecinos una familia humilde y de color, la madre de Bola de Cebo ordenó que ninguno de los Arrecí los
saludara, ni les dirigiera la palabra. Dijo que eran unos negros, seguramente, ladrones y brujos. El comentario llegó hasta los oídos de los recién llegados y un odio infernal se les clavo en las entrañas. Pastor creció y por herencia mantuvo su fervor por la procesión de la Divina Pastora. La madre les hizo pensar que la Virgen lo blindaría de cualquier cosa en la vida. 


El sábado antes del primer rezó pastoral, el gordo se fue al río para descarga todas las botellas de cerveza y aguard
iente dentro de su abultada humanidad. Pastor esperaba los fines de semana para perder el conocimiento con alcohol dando risotadas a lo largo de las piedras, echando humo de cigarro por la nariz y haciendo de payaso del grupo.

Súbitamente éste divisó, en medio de la muchachada apilonada en la orilla del río, una mulata de larga cabellera y ojos de pantera que riendo y tomando licor disfrutaba el sopor de la tarde larense. Luego, un infierno pobló su mente y cuerpo. Se acercó hasta ella y la invitó a bailar y a bañarse en el dorado manantial que acompasaba la arena. Él, la deseó con envidiosa locura. Era tan bella. Instantáneamente la mujer lo despreció y remató burlándose y gritándole: - Bola de cebo, bola de cebo- (música). Todos los presentes la secundaron y durante aquella larga tarde, un manantial de afrentas, groserías y risotadas acordonaron al joven Pedro que humillado se despidió de la ribera, mientras le lanzaron piedras, bosta y tortas de lodo.

Días después Bola de Sebo reconoció a la joven saliendo de la casa de sus vecinos. Allí empezó su cacería. Lo que se inició como un flechazo de Cupido desembocó en obsesión vengativa. Pedro necesitaba darle un escarmiento a la mujer para su paz interna. Vigiló la casa y estudió los horarios de entrada y salida de todos sus habitantes. Con el tiempo, Pedro consiguió su cometido y un Sábado del almanaque del terror, cuando la mañana despuntaba rojiza, el hombre, atravesó el carro frente a la mulata que asustada se paralizó. Él se le acercó en cacería, saludándola con zalamería hueca y le asestó, como relámpago, un golpe en la cabeza, colocando el cuerpo en la maleta de carro. Sólo quería asustarla manteniéndola secuestrada un buen tiempo, pero al destapar la cajuela y revisar se percató que estaba muerta… Sin pensarlo, llevó el cuerpo lo más lejos que pudo y lo quemó. Luego, tomó las cenizas y las lanzó en la pequeña represa. 


De su vecina no quedó ni la sombra. En la noche, después de darse un baño monumental, cenó en la mesa grande de madera, rodeado de toda su familia y por primera vez se sintió liberado, importante, inteligente, vengado de todas las burlas que le habían hecho en su vida. Él, se sintió verdadero jefe del clan. A partir de entonces, dejó los estudios donde nunca funcionó y comenzó a hacer dos cosas que le salieron perfectas: Consiguió obtener mucho dinero llevando a cabo grandes negocios y asesinando mujeres jóvenes. 

Con los crímenes pasó, del agradable susto, a la sádica y feliz obsesión. Consiguió un método a través del cual escogía con un mapa de Cabudare, y el azar de una moneda lo conducía hasta su
próximo golpe. Cazaba la víctima en el lugar donde lo llevara el dinero sobre el mapa. Sus golpes eras violentos, certeros y sin huellas. Finalmente, Bola de Cebo era un hombre exitoso y feliz que sólo compartía su vida con sus hermanas, familiares cercanos, amigos de la infancia y sus futuras víctimas.


Los cuerpos eran colgados, incinerados, enterrados, exterminados a través de millones de formas. Su gusto por la comida creció tanto que le costaba caminar. Una noche de Cabudare Pedro persiguió a una mujer. Repitió la receta, la siguió y al tratar de golpearla por la espalada, ésta, con gran rapidez y fuerza lo apaleó en la entrepierna doblándolo en el suelo del dolor. Luego, le relleno los bolsillos con
dos granadas y las activó hasta nunca jamás. Fue así como todas las calles de la urbanización quedaron presas de un mal olor creciente, grasa mala y sangre ante la explosión. 


Nadie supo quién fue la persona que hizo justicia pero dicen que aún está pendiente de acabar con los gordos mal olientes de la zona. 


También, cuentan que se escuchan pasos persecutores detrás mujeres más allá de la media noche. Los brujos aseguran que Cabudare está maldita de tanta sangre que derramó el Bola de Sebo y que los árboles en la tarde destilan grasa, pus y otras pestilencias también…
















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