Los Heraldos Negros y una novel locutora que declama en Aragua
Una tarde de Aragua fue el tiempo del encuentro para nuevos locutores. La preocupación en la voz melódica y en su entonación flotaba por doquier. Los minutos corrían pensando el mensaje y los oídos de otros..., desconocidos..., lejanos..., pero deseables, al fin de cuentas. Ejercitábamos la garganta y el entendimiento para graduarnos como locutores de profesión.
Tanta gente distinta hacía una variopinta cosmopolita y divertida a la vez. En mi salón voces de grandes tenores acurrucaban la partida del sol, tanto como la coreografía armada por nuestro profesor que hacia las veces de mentor y mecenas de acordes vocales diferentes.

¡Dios!, cuanta fuerza y tristeza... ¡cual voz puede darle sonido a tamaño poema, cumbre de la obra de arte. ¡Un inmortal!. Adriana,
impresionada por la fuerza de Vallejo y su tristeza, escuchó sin reserva mi relato:
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Adriana Malvestuto |
Es un poema triste de luto y dolor. La pérdida del hermano menor del poeta lo inspiró. Pero ¡quien no sufre por un gran amor que se va para siempre! ¿Quien no ha sentido el látigo de la muerte en las entrañas es aún medio humano?..., no sabe de dolor, soledad y lejanía.
Adriana con sus ojos de acertijo me observaba con la fijeza de una tigra Maracaya en cacería. Luego, balbuceo un soliloquio que removió sus entrañas y concluyó con un "Comprendo"; que auguró una metamorfosis personal.
La hora llegó y Adriana Malvestuto inició la travesía hacia la reencarnación de Los Heraldos Negros de Vallejo. A media que corrió su interpretación perfecta, la melodía de su voz grave y aterciopelada dio sentido y entonación al poema y vimos como potros salvajes y desquiciados del temerario Atila destrozaba el sarcófago de las almas en el apacible calor de Aragua. Sus lagrimas corrían sueltas por sus mejillas morenas y el cuerpo le temblaba de tristeza honda.
LOS HERALDOS NEGROS
By: Cesar Vallejos
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Atila |
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
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Hola mi querida y siempre recordada María Mas le saluda su admiradora Adriana Malvestuto desde República Dominicana, esperando que siga activa desde este blog y que se encuentre muy bien de salud, puede buscarme por IG por mi apellido y continuar en contacto, un abrazo grande con calor venezolano
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