domingo, 24 de agosto de 2014

Cuando las letras saltan solas Trompicones de poder en Aragua

Cuando las letras saltan solas
Trompicones de poder en Aragua
o la historia de una revolución



Ampliamente difundido, documentado y extendido que desde los tiempos de la Guipuzcoana la presunta rivalidad de la partidocracia es sólo cuento de hadas para niños y niñas, a los fines de mantener a los incautos descerebrados, insuflados con banderas patrias, para a la hora de dar y acoger la orden de ir a votar por el  poder de turno en
la urna electoral. Dan cargos, dinero y controlan la libertad. Ni modo? Pues el poder está en relación directamente proporcional a los reales y al control de la chequera fiscal. Pero, no quiero ahondar en esto, pues rojos, blancos y verdes municipales siempre se sientan en las mesas del cabildo y terminan en fraternales acuerdos que llevan suculentos regalitos en metálico, siempre por debajo de la misma mesa, donde minutos antes, se insultaron y a la vista de todo el público, se despedazaron ideológica y políticamente. Esta es la historia del compadrazgo político en los municipios de Venezuela y de muchos oscuros rincones de América Latina y del mundo desde hace centurias.


Se trata de los acuerdos de los poderosos sobre el lumpen proletariado que toma la decisión y tienen el poder, tan sólo por un día; el día de las elecciones. Pero mi historia es distinta, como dice la ñangara canción, no voy a hablarles de los políticos y concejales venezolanos comunes cuyos actos son ya, para todas las comunidades, tan hartamente conocidos. Voy a contarles la historia de un ser de otro mundo, de una niña galáctica, es una historia querible, amable, besable la de Julieta Janeth Guasare Herrera-Rodríguez Acosta de los Tenorio de Cagua, prima hermana y contemporánea  con la rozagante Beatriz Herrera Guasare, alias Frescolita de Turmero.
 
Julieta Janeth Guasare Herrera-Rodríguez Acosta de los Tenorio de Cagua
 Julieta no es dulce, ni con buenos modales, como su educada prima Beatriche. Por el contrario, dicen que su emparentamiento con el General Sucre, varias generaciones atrás, la caracterizaron por su mal carácter y su sed de justicia a cualquier precio. Es una mujer que el poder lo escribe con su puño y letra. Una tarde, en la esquina de la ferretería Fayad, en Cagua, un grupo de camionetas y motos, con dotes de caravana
casi la matan al moverse a una increíble velocidad. Ella cayó al suelo, su cuerpo sufrió moretones y no se puede decir que se asustó porque ella no conoce de sustos. Es un sentimiento que está fuera de su cuerpo. Despidió la bicicleta dejándola en la orilla del camino y partió hasta los cuerpos de seguridad del pueblo narrando su historia, buscando justicia a cualquier precio.

La mayoría de los receptores la escucharon, más bien con aburrimiento, su emocionada letanía. -¿Pero qué importancia tiene que un grupo de grandes cacaos del pueblo, ya sean empresarios u hombres de negocios, gente del gobierno o pranes, casi atropellen a una adolecente de negra melena rizada y ojos azules, una tarde acalorada, en el centro de Cagua?- Julieta al comprender que su historia no era importante para
nadie, digo, para nadie con poder para resolver y hacer justicia, hirvió como una cafetera exprés, se puso roja de la indignación, traspasó el recibidor del último policía que la atendió y de una sola patada le volteó el escritorio. Salió retándolo y diciéndoles que se arrepentirían de tanta indolencia, después de proferir el consabido insulto y propinarle algunas palabras groseras. En la reunión de familia acordaron dar parte a las autoridades y decirle al primo Pipito Rafael que activara su bufete de Caracas para dar inicio al litigio. Pero Julieta de un manotazo advirtió: -Hagan lo que quieran. Yo resolveré a mi manera-. Así pasó.


Mientras los abogados hablaban con la abuela y con el resto de la familia de las estrategias de la denuncia ante el agravio a la nena, Julieta llamó a todos sus amigos del liceo y de la universidad. Explicó que necesitaban un cambio de ciudadanía. Así comenzaron entre todos a organizar foros, reuniones en todas las cuadras, caseríos, barrios y urbanizaciones. Un trabajo agotador que empezaba con el alba hasta alta horas de la noche, estructurando estrategias para mejorar la vida en común de la gente de Cagua y sus adyacencias. Así, el pueblo comenzó a organizarse y a realizar
actividades de limpieza, seguridad, deporte, ambiente, salud, lectura y actos culturales y hasta se formaron brigadas de vigilancia de día y de noche, custodiando todos los rincones del pueblo con el consabido sistema de inteligencia para la seguridad, organizado con todas las chismosas y entrépitos del pueblo, que mire, como hay muchos, y quedó estructurado perfectamente, de tal forma y manera, que eran la envidia de la CIA y la KGB, juntas. En poco tiempo, nadie solicitaba la cooperación, ni la ayuda de las autoridades del Municipio pues
la auto sostenibilidad integral de las comunidades de Cagua fue de tan perfecta organización que no fue necesaria, nunca más, la intervención del gobierno. Es sistema de gestión vecinal y comunitario fue  envidiable en toda Aragua y en Venezuela también.


Pero me cuenta Julieta que un día, el mismo carro que casi la atropelló meses atrás, se detuvo frente a su casa y estando ella en plena reunión comunitaria, un hombre bajito, con cara de iguana, se acercó hasta ella diciéndole:- con que tú eres la agitadorcita de Cagua-. Ella como resorte brincó hasta clavar sus ojos frente al rostro del hombre y colocándose en punta de pie le gritó en el oído: -no agito, más bien revoluciono para vivir mejor, ¿por qué? ¿Cuál es tu
problema gordo cara de perro?- Fue en ese momento cuando el hombre sacó un fuete e intentó asestarle un latigazo en el rostro de Julieta? Ella lo miraba con odio y sus ojos ardían en candela. Odio respiraban y exhalaban todos los presentes. Odio y violencia. De pronto desperté…

Yo sudaba copiosamente y el pecho estaba acelerado. La escena
me retumbaba en el cuerpo como aguijoneándome la vida. En esta condición de angustia y desasosiego medité que el poder es una posibilidad propia, individual, es el imperio de cada quien. No hay motivo verdadero para que cada sujeto no construya una realidad que le permita, conscientemente, amar u odiar a los otros. Se trata de una decisión y convicción personalísima.
Nadie tiene poder sobre otro, si ese otro, no se lo permite. La organización comunitaria es una necesidad y un trabajo que no está teñido, ni de falsas ideologías, amarres de partidos o a los millardos de los ricos, sean del gobierno o privados. Eran las tres de la madrugada y no pude llamar a Julieta Guasare. Me recosté pensando en estas cosas de ahora, en el odio sembrado entre los
venezolanos, en el poder que tenemos de amar, mientras miraba extasiada la danza de una chicharra saltarina entre los brazos de mi lámpara de terciopelo. Pensé, en mi tía abuela Luna Libertad, jefa de la revolución en San Mateo y en lo mucho que hacen falta buenos líderes en Venezuela en estos momentos.






Dile no al racismo contra el blanco y contra el negro



Dile si a la PAZ de Venezuela en Libertad, Igualdad y Justicia

Todos estamos trasnochados en Venezuela
Pensamos en buenos Líderes

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