martes, 25 de agosto de 2015

Picadillo Lésbico de Tucacas y las sombras de mujeres celosas…

Picadillo Lésbico de Tucacas


y las sombras de mujeres celosas…
El pueblo de Tucacas estaba, amparado en las orillas marinas, acalorado y aburrido. Rosita, la maestra, era una mulata grandota que nunca le fue en bien en su contubernio, a excepción de los dos hijos que concibió. La menor, Rita, salió a su padre, regordeta y mofletuda, con cabello chicharrón y ojos de malvado chino. El muchacho abandonó la casa a temprana edad pues no soportó la burla del pueblo. Rosita se
esmeró en la educación de su hija. Ella daba clases por no dejar. Su verdadero sustento lo alcanzaba en sus andanzas nocturnales, con hombres de todo tipo. Así, la negra Rita llegó a la universidad privada, abanicada por la hucha de la prostitución materna. La hija justificó todas las vagabunderías maternas y atribuyó el origen de sus males al abandono paterno, el cuchicheo de sus amigas y vecinos. 

-¡Tú madre es una puta asquerosa!-, gritó la vecina del frente, una tarde de trifulca, cuando se lanzaron basura entre portales…El tiempo pasó lerdo con el cóctel de traumas e insatisfacciones que como maleza tapiaron la estrecha mentalidad de Rita. Así, la hija de la prostituta-maestra llegó a la universidad y se enamoró…



De momento, cuando el sol estaba en su cúspide más alta, Rita traspasó el portalón de la casa con Dolménica. Ésta, era una mujer con muchos años en la espalda. Entre las dos nació camaradería excepcional inmediatamente. Se inició como compañeras de aula y
en poco tiempo, se convirtieron en amigas, confidentes y ¿quizás? Algo más…Se rumoraba lo peor en el pueblo, en el liceo, en el bar, en las casas, sobre la sexualidad trastocada de la Dolménica y la Rita… Pero un mal día, la maestra Rosita cayó enferma con un grave mal y su hija fue la única que se ocupó de salvarla. Su hijo mayor se había mudado a Caracas y su trabajo le impedía hacerse cargo, más que con una furtiva llamada telefónica y una modesta contribución en metálico que no alcanzaba ni para inyecciones.



El verdadero socorro llegó por mano de Dolménica. No faltó un solo día a la visita hospitalaria, aportando todo tipo de medicamentos, atención y dinero. Largas horas de la mano de Rita coronaron un gran amor…primero de hermanas y luego…; Dios ya lo supo. Pero es que Rita, la joven mulata nunca tuvo ningún éxito con varones. Sus lentes de vidrio abultado, su panza y mal caminar, aunado a su voz de zamuro, el estilo soez de pobretona de barrio, nunca le permitieron agraciar al mundo varonil en el pueblito de Tucacas. 



Los fines de semana, nadie le asestaba una tímida mirada en la playa por el desastre de su cuerpo gordinflón y mofletudo. La muchachita era producto desechable para hombres, sin feminidad, ni gracia ninguna. Finalmente, incursionó en la religión Panpatú a ver si con la fuerza de los dioses conseguía algo de los machos, pero después de embojotar su humanidad en trapajos amarillentos y vestirse de caperucita, los dioses la ignoraron. Fue sólo bañada en las caricias eróticas y en las sedosas manos de Dolménica que la mantecosa de Rita Calcaño conoció el amor, pasión, sexo y la lujuria…Fue así…



La maestra Rosita se recuperó de sus males y, paulatinamente, Dolménica se mudó con su amante y la madre. Las tres mujeres compartían todo… ¡absolutamente!, desde el alimento, hasta la cama caliente y nocturna…; 

-Para todas hay-; decía Dolménica…; primero la madre y luego la hija. Cierta tarde, el trío recibió la visita de Micosis, una adolescente de larga melena azabache, ojos cazadores y cuerpo de sirena, recién llegada de los Andes escarpados que buscaba algún trabajito para mitigar el ronroneo de sus tripas vacías. La montañosa mujer fue contratada y resultó exitosa pues la humilde casita retomó un olor a limpio y resurgieron las flores del jardín…todo marchaba viento en popa hasta que un crepúsculo, cuando pensaban que la negra Rosita estaba en la escuela o en el burdel
donde hacia sus oficios nocturnos, la vieja maestra perpetró su vivienda, sigilosamente. Entró y camino la casa vacía, finalmente se asomó al solar trasero donde había un pequeño y viejo ranchón de cañabrava. Al contemplar la escena se retiró sin dejarse ver…Desde ese día los crepúsculos de Tucacas cambiaron de color para ella.

Se quedaba taciturna, embebida en la noche, vagaba por la orilla de la playa como sin rumbo fijo…dejó de acostarse con hombres, nunca más visitó el burdel, se cortó la melena y se peinó de varón…Luego, se inscribió en un curso de cocina Tailandesa…Dijeron que, seguramente su cambio fue producto de su temprana menopausia, pero la vieja de al lado, contravino el argumento alegando que se trataba de un espíritu malo que la poseyó. En contraste, su hija y amante no consideraron importantes las evidencias del cambio de la docente-prostituta… El sol siguió cayendo a lo lejos…; un horizonte negro y sin estrellas se avizoró por las callejuelas sudorosas…; así...tic, tac…tic…tac… El trío lésbico siguió su desenfrenada pasión…tic, tac…tic…tac…

Rosita


El último viernes de vacaciones, Dolménica y su hija Rita llegaron acaloradas y al divisar la humilde mesa del comedor se percataron que ya estaba vestida y servida. Un seductor aroma les invadió la emoción olfativa y en un tris, con la maestra de anfitriona comenzó la comilona. Departieron entre sonrisitas y miradas cómplices…madre, hija y novia. ¡Súbitamente!; la Rita preguntó:-Mamá, esto es pescado, pollo o flamingo-; carcajeándose y mostrando su negruzco paladar y sus dientes de cochina…No hubo respuesta de la maestra…; el tic, tac, empujó la noche y unas botellas de cebadas frías mojaron la mesa y el ánimo de las mujeres. En medio de la música estridente que acompasó el resto de la noche, sentadas en las sillas de hierro de la puerta del ranchito, Dolménica felicitó a la maestra por tan exquisito platillo, su hija hizo otro tanto y repreguntó con que animal se había hecho tan suculentísima cena. 


La maestra respondió sin titubeos que se acababan de comer buena parte de la humanidad de Micosis, la sirvienta andina. Primero hubo escepticismo, pero al percatarse del burlón reflejo en la pupila de Rosita se cercioraron de la verdad. Ella alegó que la mató por que estaba interfiriendo en el amor de las tres. Que sentía que 
Dolménica ya no la buscaba con la frecuencia de antaño y que sus besos y caricias eran más obligación que pasión. Las dos mujeres enloquecieron, gritaron, bufearon, vomitaron y dieron parte a las autoridades que, tres días después, encontraron la cabeza y las piernas de la andina picadas en el frízer de la cerveza. Apresaron a Rosita para siempre, su hija y amante huyeron de por allí…




Algunos vecinos cuentan que en las noches una sombra negra de pelo largo se la ve cocinando, en una olla gigantesca, con cabezas y piernas humanas. También, dicen que se escucha fiesta y que
suenan los platos y cubiertos como si una gran comilona se estuviese celebrando…Los muchachos comentan que escuchan sonidos pero que al entrar al rancho sólo los recibe el sucio y las telarañas…Susurran que es el fantasma de la andina que quiere seguir festejando con el picadillo lésbico en el más allá….uuuuuuuuu……uuuuuuu….uuuuuuuuu ¡Cuidado mujeres celosas! ¡Me las comeré también!